
Desde el momento en que el niño siente los efectos del despertar de las hormonas sexuales sobre su comportamiento, este niño puede presentar reacciones muy distintas, las cuales están muy relacionadas con la calidad de vínculos afectivos que tuvo él –el niño o la niña- con sus figuras parentales durante los primeros años.
Los tipos de reacciones están mediadas con el deseo de lograr cierto grado de independencia de sus padres, a través de la pertenencia a ciertos grupos con otros niños de su misma edad, los cuales den soporte emocional al infante, pero también proporcionen lineamientos conductuales.
Igualmente, este deseo se encuentra asociado con la rebeldía hacía los padres y su acción de contrariarlos permanentemente. Conductas que son una forma en que los infantes sienten que se están alejando del punto de vista de los mayores, para tener una manera de pensar propia.
El deseo de autonomía del preadolescente, adquiere determinadas peculiaridades en caso que este niño en su primera infancia, haya tenido un vínculo de apego sano con sus mayores, y a la vez, haya sido instruido por ellos, en conceptos referentes a la inteligencia emocional.
En este caso, el preadolescente podrá tener diversos conflictos con sus padres. Conflictos que expresan su deseo por tener mayor libertad, pudiéndose resolver en una negociación entre adultos y menor, en la cual los padres comprendan que su hijo esta creciendo y necesita mayor espacio por fuera de las actividades familiares, y en la cual el preadolescente entienda que mientras los mayores lo sostengan, él debe respetar y seguir sus lineamientos.
Al mismo tiempo, el hijo que tuvo apego sano con sus mayores durante su primera infancia, tiene capacidad para conocer sus motivaciones y vincularse a los grupos formativos que se dedican a estas actividades, no teniendo inconvenientes para adaptarse a la dinámica relacional o al desempeño de estas colectividades.
Los conflictos que se presenten tanto en su ambiente familiar como en los grupos a los cuales pertenezca, podrán ser solucionados de forma asertiva por el preadolescente puesto que tiene interiorizada normas de convivencia, sabe controlar sus emociones, conoce sus motivaciones, tiene la capacidad de relacionarse funcionalmente con el otro y desarrollar vínculos afectivos. Todo ello ha sido producto del vínculo afectivo positivo que ha tenido con sus padres.
Por otro lado se encuentra el preadolescente cuyas dificultades con los padres, cogen la textura de luchas por poder, en la cual las actitudes de maltrato se dan frecuentemente por ambos lados. No hay solución de conflictos y las diferencias entre padres e hijos, se ahondan más en cada lucha.
Generalmente, este ambiente se ha caracterizado en la primera infancia, por padres permisivos que han querido ser “amigos de sus hijos” y se han colocado en el mismo orden jerárquico que ellos. Esto ocasiona que los pequeños, fuera de tener tergiversado la adquisición de una normatividad social, no tengan un modelamiento claro de los adultos en cuanto a sus capacidades de contención, competencias blandas, éxito profesional…
El hecho que los padres otorguen al hijo el mismo lugar que ellos, provoca que los niños se sientan perdidos sobre normas de convivencia y no los tomen de ejemplo para los diversos aprendizajes que llevan a cabo. Sentirse igual a los adultos, sin capacidades emocionales, financieras, cognitivas… para hacerlo, puede provocar una crisis inmanejable en los preadolescentes, por lo cual se consuman suicidios o estos se quedan en situaciones suicidas no consumadas durante esta etapa o el comienzo de la adolescencia, se conviertan en personas con inconvenientes para cumplir ordenes, adaptarse a grupos..
Adicionalmente, los vínculos afectivos insanos entre padres e hijos, durante la primera infancia, ha hecho que el pequeño no conozca sus motivaciones, y por ende, no tenga interés a pertenecer a algún grupo con fines formativos y competitivos.
Tener este desinterés ligado a la no consecución de una normatividad interna, puede generar que el preadolescente se involucre en grupos con actividades al margen de la ley, o sea protagonista de comportamientos adictivos y poco normativos desde su individualidad.