
La competencia de los padres por el amor y la preferencia de su hijo es una acción disfuncional que cometen algunas figuras parentales desde el periodo de su niñez, algo que se complejiza en su adolescencia. Esta contienda denota conflictos de pareja que no se han podido solucionar y que son tan grandes que inciden en la falta de acuerdos para la formación de su hijo.
Dicha falta de acuerdos demuestra su imposibilidad para llevar a cabo un funcional trabajo en equipo en aspectos concernientes al manejo de su hijo. Situación que, la mayor parte de las ocasiones, se da en parejas separadas, pero también se puede dar si las parejas conviven.
Cuando existe esta acción de competencia entre padres que comparten el mismo lugar de residencia, los hijos se dan cuenta que el vínculo emocional entre los dos adultos se encuentra roto, o por lo menos muy resquebrajado, por lo cual manipulan a su antojo, tanto a papá como a mamá, desarrollando más fricciones entre ellos dos.
En este caso, el adolescente aprovecha la poca motivación de los adultos para comunicarse en las situaciones cotidianas, pudiendo convencer a uno de ellos, en la aprobación para la realización de la mayor parte de sus deseos. El adulto accede pensando que de esta forma, ganará el favoritismo de su hijo, sin que el otro padre se dé cuenta de esto.
La dinámica que se maneja con ciertos padres que conviven juntos pero que no tienen un trabajo de equipo estructurado, y que además guardan entre ellos sentimientos negativos, es un movimiento similar al que tienen la mayor parte de ex parejas separadas con hijos en común.
En este caso, cada padre tiene dificultades para disimular, delante de su hijo, sus desacuerdos con el otro padre y sus sentimientos negativos, por lo cual el hijo explota esta situación para alcanzar todo lo que desea. El adolescente tiene la capacidad para analizar que es tanto el odio y la falta de dialogo entre los dos padres, que harían cualquier cosa por competir entre ellos.
La competencia imaginaria, de los padres por su hijo, posibilita la afectación negativa del proceso de normatividad que se pudo haber cimentado en los primeros años de vida del hijo. Igualmente, este ambiente insano de crecimiento, origina que cualidades como la ética, integridad.., no se puedan desarrollar adecuadamente.
Por esta razón, el ahora adolescente se siente con mucho poder. Poder que dado su inmadurez no sabe manejar, antes por el contrario, puede desequilibrar sus emociones en un punto más radical de lo cual normalmente se encuentran y provocar mayores problemáticas en la parte relacionada con la inhibición de sus conductas.
Gracias a la competencia entre padres, se pueden observar gran cantidad de hijos que tienen tergiversados el concepto de orden y autoridad, sintiendo que ellos controlan a sus propios padres. Ante esta realidad, no es extraño que el adolescente no pueda soportar esta presión, provocando ideaciones suicidas, algunas veces logrando su resultado –la muerte-, ejecutando acciones en contravía de una normatividad escolar, legal…, buscando, de manera inconsciente, la atención, prohibición o sanción externa puesto que dentro de su familia no la tiene –El adolescente siente que de alguna manera, esta reacción externa, lo puede equilibrar emocionalmente-.
Permitir que el hijo adolescente sea una herramienta para competir con el otro padre, también puede significar que el menor es sentido como alguien, que necesita el padre que utiliza esta técnica, para reconocerse como una persona importante, ayudando a reconstruir una autoestima dañada por los permanentes conflictos con su ex-pareja, o por la separación de los dos.
Esto, de alguna manera, disminuye la tristeza por el desamor o la frialdad del otro padre, pero simultáneamente, puede funcionar como acto vengativo hacia su pareja o su ex pareja, lo cual posibilita la interpretación acerca que existe un rencor grande que se debe tratar en un proceso terapéutico.