La omnipotencia del deseo en los niños.

La relación fusional que los hijos tienen con su madre antes del nacimiento produce que el feto se sienta una totalidad con su figura materna, quien literalmente es todo su mundo. En este instante, las necesidades del pequeño en crecimiento se encuentran ligados a los aspectos de alimentación y sueño –la temperatura no se cuenta como necesidad puesto que en todo el embarazo presenta alta estabilidad-, algo inicialmente que se da bajo mandato biológico, pero después de cierto tiempo se transforma en deseo de este feto que consigue cada vez que lo necesita.

Después del nacimiento, existe cierto corte a la relación fusional, pero esta se conserva bajo otras características, al menos durante los tres primeros meses. Peculiaridades ligadas al lloriqueo con propósito de comunicarse con quien es considerada la otra parte de sí mismo.

El niño, todavía, se siente una totalidad con la madre, y por lo tanto con el universo, aunque apenas este notando que este universo es más grande que su figura materna. La omnipotencia del deseo se conserva en este tiempo, puesto que el bebé obtiene todo lo que añora en cuestión de alimento, sueño, contacto con su madre….

Pasado algunos meses del nacimiento, la madre comienza a realizar ciertos comportamientos que despiertan diversas sensaciones displacenteras en su hijo como poner ciertas normas respecto de la alimentación con seno –horarios, frecuencia, cantidad-, alejarse de su presencia para retomar su cotidianidad, entre otras cosas.

En el caso que el niño no tenga interiorizado el concepto de una madre lo suficientemente buena como para neutralizar y reponerse a estas sensaciones displacenteras o significaciones negativas de ella, estas tendrán tanta intensidad que dentro de la mente del pequeño simularán una motivación por agredir y/o destruir la madre en sí, especialmente su pecho, el cual es la parte corporal del adulto que tiene mayor contacto con el pequeño.

La destrucción de la madre, algo que el bebé piensa puede hacer, devorando vorazmente su pecho, con el consecuente vaciamiento de este pecho, tiene como objetivo imaginario para el pequeño, convertirse en aquel objeto quien lo satisface plenamente, la madre, o dicho de otra forma, ser alguien completo. Una totalidad sin ninguna falta.

Infiriendo que el infante siente que este querer se hace realidad debido a la omnipotencia de su deseo, él es responsable de ejecutar un gran daño a la figura materna, por lo cual presenta una culpa que solo se puede disminuir en la medida en que el niño pequeño idealice a la madre.

Dicha idealización impide disfrutar del pecho, y por ende, ser contenido emocionalmente por la madre, a pesar que espera que ella proporcione abrigo afectivo. Ambivalencia que se conserva en la adultez, implicando una elevación del primer objeto de amor –madre-, hasta un punto intocable.

Esta puede ser una de las razones que explican el hecho que algunas personas tengan impedimentos para gozar aquellos vínculos afectivos que generan bienestar. Vínculos que para no dañarse se dejan en lo sublime, buscando encontrar lazos afectivos con sujetos que presentan peculiaridades malas o nocivas.

De esta forma, se puede deducir que cuando el bebé no significa a su madre con una bondad suficiente, durante los primeros meses, esta bondad no es tan fuerte como para neutralizar las emociones negativas en el momento en que ella impone algunas normas o distanciamiento físico hacia su pequeño.

En este instante, el deseo del menor se asocia con la destrucción del pecho de su madre, para transformarse en ella  y convertirse en alguien completo, sin falta, como siente y cree que ella lo es. Deseo que es omnipotente para el bebé, por lo cual es real.

Sin embargo, este deseo y real daño a su primer objeto de amor, produce culpa, que para disminuirla ocasiona que el hijo idealice a su madre, específicamente su pecho. Esta idealización materna provoca que esta figura se ponga en lo etéreo y no este al alcance, de modo que no puede existir una integración de sus aspectos positivos y aspectos negativos.

Como conclusión, la idealización materna, en la cual tiene mucho que ver la omnipotencia del deseo infantil, tiene sus raíces en las acciones emocionales del hijo para equilibrar la supremacía de la significación mala de la madre sobre su connotación buena.

3 comentarios de “La omnipotencia del deseo en los niños.”

    1. El hijo que no significo positivamente a su madre de bebé o que realizó un significación de este tipo sin la suficiente fuerza, puede ser una persona envidiosa, falta de bondad, con estados anímicos depresivos o cercanos a este, desconfiada… y en general con formas desadaptativas de procesar información

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