Hipocondría en el adulto mayor.

La hipocondría, según el manual de psicopatología, se caracteriza por la existencia de alto nivel de ansiedad o temor por la posibilidad de tener una enfermedad grave, de manera que perciben sensaciones corporales y los asocian con la presentación de determinados padecimientos . Los hipocondriacos sienten esos malestares,  por lo cual se concluyen que ellos no están simulando.

En el adulto mayor, la hipocondría se asocia con el miedo a la muerte puesto que existe mayor cercanía a ella. Dicho miedo se intensifica con su conocimiento acerca  que tienen ciertas vulnerabilidades –biológica, psicológica y social- que se caracterizan por la poca o nula capacidad de enfrentar un fenómeno amenazante, la poca o nula capacidad para reponerse después que ha ocurrido un desastre o la inserción en familias disfuncionales o con debilidades significativas, cuyo resultado es  estar y concebirse en un ambiente de exclusión social.

El sujeto de esta edad, interpreta incorrectamente signos y sensaciones de su propio cuerpo. Los investigadores concuerdan que la hipocondriasis obedece a un trastorno de cognición o percepción con fuertes contribuciones emocionales puesto que se experimenta sensaciones físicas comunes a una gran cantidad de personas, pero estas son sentidas por el individuo como algo negativo.

De esta forma, cualquier signo de dolencia o amenazador, sin cierta continuidad, es interpretado como una enfermedad delicada que requiere el diagnóstico de doctores y la realización de exámenes especializados, y no como un estado pasajero de descompensación a nivel físico.

Existe un pensamiento obsesivo que puede alterar el concepto de realidad del adulto mayor, promoviendo una existencia basada en la necesidad para la indagación acerca de que patología se encuentra por debajo del síntoma. En caso de desvirtuarse esta supuesta enfermedad por algún profesional de la salud, el sujeto lo cambiara constantemente.

Adicionalmente a las vulnerabilidades que permiten que el adulto mayor sea más propenso a sufrir de hipocondría, la presencia de esta puede interpretarse con una muy poca integración de la parte física y la parte mental, y por el exceso de carga a nivel corporal, de tal manera que cualquier inconveniente emocional se tramita por una dolencia en su cuerpo y la creencia en la presencia de una enfermedad.

En cuanto a la escasa unión de lo corporal y lo emocional, puede ocurrir por la poca aceptación del menor rendimiento en ambas partes, debido al envejecimiento natural de los sistemas. Al no aceptar esta realidad caracterizada por la presencia de un número más avanzado de limitantes, los adultos mayores no se pueden conectar con su mismisidad, y por ende, no pueden integrar sus sistemas corporales y emocionales disminuidos.

Si no lo hacen, el adulto mayor no tiene las herramientas afectivas para enfrentar esta crisis producida por la minimización de sus capacidades, lo cual da como resultado que cualquier signo del cuerpo con poca intensidad, sea interpretado como la presencia de una patología compleja.

Por otro lado, las personas con trastornos somatoformes, incluido la hipocondriasis, tramitan los malestares emocionales por medio del cuerpo puesto que no tienen las recursos psicológicos para resolver sus conflictos internos o relacionales de forma sana, sino que lo desplazan hacia lo corporal.

Esta situación se acentúa en el adulto mayor, puesto que por su situación de vulnerabilidad tienen reducidas algunas capacidades, y además, no tiene la oportunidad, mediante un proceso terapéutico, de gestionar sus incomodidades por medio de la palabra.

Desde este punto de vista, cuando los familiares sienten que su adulto mayor tiene síntomas de hipocondría necesitan estimularlo para la exteriorización de su vida interna con un profesional que tenga la capacidad para retroalimentar e interpretar acerca de los motivos para recargar la parte corporal, y acerca del conocimiento sobre las ganancias de esta conducta.

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