
La década de los cuarenta años se caracteriza por emociones ambivalentes puesto que existe una estabilidad afectiva y monetaria, lo mismo que una significación positiva de él mismo y los otros, ligada a la mayor experiencia y conocimiento, pero también existen preocupaciones sobre sí mismo por los cambios físicos –aparición de síntomas físicos, menor capacidad de resistencia, modificaciones en la corporalidad, disminución del deseo de la genitalidad..-, al igual que una connotación negativa asociada a las dificultades para los procesos adaptativos, exceso de compromisos en cuanto a gastos, familia…
Dichas emociones ambivalentes pueden fracturar más la autoestima, en caso que esta no tenga cimientos sólidos estructurados desde la primera infancia, por lo cual se desarrolla la crisis de la mediana edad. Para pretender salir de esta crisis, el sujeto ejecuta acciones que no corresponden a su periodo de vida.
Una de estas acciones es el desarrollo de un vínculo de pareja o de encuentros sexuales pasajeros con personas por lo menos 10 años menores. De esta forma, el adulto de mediana edad se siente con mayor valoración y percibe que los demás lo hacen de la misma manera, gracias al hecho de sostener relaciones sexuales o afectivas con personas que literalmente podrían ser sus hijas.
Realizar una escogencia con alguien con más de diez años de diferencia es disfuncional puesto que, al estar en etapas diferentes, no existe esa compatibilidad de deseos o ese vínculo afiliativo de dos personas que se significan en igualdad de condiciones, debido a la diferencia de experiencia y madurez emocional.
Adicionalmente, elegir una pareja con estas características, implica la consumación de un deseo incestuoso por poseer el hijo/a, algo que le equilibre una autoestima desbalanceada por no aceptar el paso del tiempo y percibirse como una persona disminuida en sus facultades físicas, cognitivas, emocionales.
Esta conducta –consumar un deseo incestuoso- puede estar asociada a comportamientos egocéntricos, inclinación por el desarrollo de conductas al margen de la ley, poca tolerancia a la frustración, dificultades para el trabajo en equipo, poca inteligencia emocional, al igual que una incapacidad para aceptar el paso del tiempo.
Sostener vínculos afectivos y/o sexuales con personas menores en diez o más años, también puede implicar fallas en la adecuación a la realidad puesto que siente preferencias sexuales por personas que se distancian completamente de su entorno, lo mismo que puede explicarse por una incapacidad para seducir a alguien que tenga un nivel similar de madurez, conocimiento y experiencias.
Acerca de la poca adecuación con su realidad, esta se relaciona con una insana significación de la belleza y de ser atractivo, algo que se distancia tanto de lo que el adulto de mediana edad es, debido a su baja autoestima, que dicho adulto prefiere alguien que difiere completamente de sí mismo, y que tenga similitud con aquello que la sociedad envidia –juventud-.
Para este adulto no es atrayente una persona que tenga las mismas marcas del tiempo sino una persona similar a lo que fue hace algunos años atrás. Esto permite concluir que dicha persona tiene inconvenientes para aceptarse como sujeto presente.
Este adulto de mediana edad siente un sentimiento de poquedad que no le permite sentir que tiene habilidades para conquistar a una persona con la que pueda establecer una conversación entre iguales con la posibilidad de formar un equipo de trabajo futuro, por lo cual busca a alguien que pueda seducir fácilmente.
Seducción que tiene sus efectos en aquellas personas menores que desean comodidad, muchas veces dada por el dinero del adulto de mediana edad, y que quieren tener el control de ese padre o esa madre, sea porque nunca lo tuvo –padre o madre ausente- o sea porque recibió demasiada gratificación de esa figura parental, y quiere volver a repetir dicha vivencia.
Desde esta manera de entender las cosas, la persona con estas elecciones insanas de objeto de amor, pretende, desde su fantasía, lograr la apropiación de una figura que pueda representar a su padre o madre, debido a la diferencia de edad, estatus, experiencia, conocimiento.
Figura la cual produce admiración real en caso que ese padre o esa madre sean reales y hayan tenido inconvenientes en la separación con su hijo/a, o figura que nunca estuvo por lo cual se significa como un ideal que se pretende conseguir mediante esta elección de pareja nociva.
Apropiarse del padre o de la madre, consumar la relación y poder manipularlo/a es una cuestión perversa en la cual la persona de menor edad renuncia a la posibilidad de una elección de pareja igualitaria, con la cual se pueda construir y/o desarrollar objetivos juntos, adhiriéndose a una persona que tiene un mayor nivel de desarrollo en su proyecto de vida y de vivencias.