Precisión de los traumas tempranos.

En muchas ocasiones, los profesionales de la salud mental se han cuestionado si el relato de los traumas, especialmente aquellos que involucran abusos o maltrato, son productos de relatos reales o fantasiosos que han sido tomados por determinado sujetos –en este caso niños- como medio para lograr objetivos determinados.

Muchos consideran que los recuerdos de abusos sexuales no son recuerdos reales sino que están enmarcados por la incentivación de profesionales negligentes, quienes basan su terapia en crear los recuerdos de unas vivencias inexistentes, para posteriormente aliviar el sufrimiento actual.

La creación de memorias inexistentes se asocia con fenómenos sugestivo. Los investigadores han hechos experimentos en los cuales un tercero ha implantado recuerdos que no sucedieron sobre determinada persona. A pesar de esto, el sujeto ha creído este relato, agregándole más información,

Adicional a estos resultados sugestivos, que son alejados de la realidad objetiva, la invención de sucesos traumatizantes puede darse con el propósito de la consecución de diversos beneficios personales. Dicha invención ha sido producto de la actuación de la fantasía o de la observación de resultados positivos en otros.

En este punto, se puede observar algunos niños pequeños que verbalizan haber sido abusados o maltratados por personas muy allegadas. Discursos superficiales que, cuando se investigan a profundidad con el niño, dan como resultado desvirtuar su discurso original y transformarlo hacia vivencias en que no ha existido ninguna clase de vejamen hacia el menor.

El niño se ha inventado la historia de abuso o maltrato como venganza hacia el padre que no quiso complacer un deseo particular o dio determinada limitaciones. Otra situación que comúnmente se presenta es cuando el niño intenta desvalorizar a la pareja de su padre o madre, creando una experiencia falsa de abuso o maltrato, logrando en bastantes situaciones la terminación del vínculo afectivo entre madre/padre con su pareja.

Ante situaciones de duda sobre la veracidad del discurso de su hijo, los padres o uno de ellos requieren solicitar la valoración del profesional de la salud mental, quien explorará con sus herramientas conceptuales y experienciales, acerca de la objetividad en el relato del abuso o del maltrato,  las ganancias de la mentira en caso que exista junto a las formas en que aprendió este comportamiento disfuncional.

En muchas ocasiones se producen resultados asociados con versiones mentirosas aprendidas de los medios de comunicación, redes sociales… puesto que el niño se daba cuenta que haciendo esas acciones, podía obtener lo que quisiera en ese mundo de fantasía.

En estos casos, el niño requiere iniciar un proceso terapéutico que permita diferenciar la fantasía de la realidad, lo mismo que interiorizar que es un sujeto que no puede ejecutar la totalidad de sus deseos, por lo cual no puede manipular la autoridad.

Proceso que profundizará en lazos afectivos con sus figuras parentales, los cuales han sido disfuncionales puesto que no ha permitido la asimilación emocional de limitaciones, así como tampoco ha desarrollado potencialidades para posponer la realización del deseo prohibido, o transformarlo hacia otro tipo de actividad permitida.

Este modo de analizar el fenómeno de abuso o maltrato, difiere en gran medida de la creencia que la mayor parte de la cultura ha tenido sobre los niños, como sujetos que en la totalidad de ocasiones, expresan la verdad, entendida esta solo desde el punto de vista objetivo sin mezclar algún tipo de subjetividades.

Desde mi entender, no todas las ocasiones en que los menores comunican algún abuso o maltrato han ocurrido en la realidad. El discurso del niño hay que investigarlos más a fondo con exámenes físicos y valoraciones psicológicas, puesto que pueden ser producto de motivaciones egoístas –subjetividades- que se alejan bastante de la objetividad.

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