El complejo de Edipo masculino.

El complejo de Edipo es un término originario del psicoanálisis que significa el deseo del hijo por tomar posesión del cuerpo de la madre, ejerciendo con ella acciones sexuales, objetivo que solo se puede lograr después que se ha asesinado al propio padre.

Algunos individuos que desconocen el psicoanálisis, han detractado este concepto puesto que conciben absurdo que el hijo desee establecer un contacto sexual con su propia madre. Estas personas están determinadas por un paradigma en que la sexualidad se encuentra amarrada a la genitalidad.

Sin embargo, la sexualidad del niño es ajena a cualquier deseo genital debido que este –deseo genital- se asocia con las hormonas sexuales, cuyo despertar es a partir de los ocho o nueve años. Así, la sexualidad en la primera infancia, se encuentra ligada al placer que produce el contacto físico cercano –abrazos, besos, caricias..-, el cual simula, o por lo menos trata de hacerlo, con el vínculo fusional que tuvieron madre e hijo durante los nueve meses del embarazo.

El vínculo fusional entre madre e hijo durante el embarazo se quiebra con el nacimiento, pero se intenta recuperar a través de la lactancia. En este momento, el bebé se pega a su madre, pudiéndose separar muy poco de ella puesto que nace con diversas incapacidades psicomotoras normales en este periodo de desarrollo. Incapacidades que se sostienen en los primeros  meses de vida, no permitiendo que él sobreviva sin depender casi que totalmente de su figura materna.

De esta manera, el bebé desea e intenta reestablecer un contacto de posesión con su madre, el cual algunos llaman sexual, por lo cual han sido malinterpretados. Posesión, simulando las vivencias dentro del vientre, en que ambos sentían que eran parte del otro, por lo cual su existencia solo tiene sentido en la medida en que se conserven juntos.

El equipaje biológico que porta la madre, ocasiona que necesite alimentar a su hijo de su pecho, tanto así que de no hacerlo, provocaría en  ella una alta intensidad de malestar emocional. Alimentación que no solamente es a través del seno, sino que se amplía al abrigo físico y al plano emocional referente a darle afectos positivos, contener sus emociones displacenteras…

Este  tipo de lazo tan demasiado cercano entre el bebé y su madre, se comienza a alterar, en la medida que un orden social rompa con esa interacción. Orden social que la mayor parte de las veces es representado por un padre, pero que también puede ejercer esta función otra persona –novio de la madre, tío o abuelo del niño…- o incluso por una institución –iglesia, gobierno..- pues esta dictamina la necesidad de la separación y señala que la madre debe retomar, paulatinamente, su cotidianidad –trabajo, relación de pareja, compromisos de diversa índoles-.

Dicho orden ejerce un papel más contundente en la medida que sea personificado por un otro independiente de la figura materna. Sin embargo, el comienzo de ese ordenamiento cultural parte de la misma madre puesto que ella es la que impone las primeras y más básicas reglas –dormir en la propia cama y durante toda la noche, horarios de comida-.

El establecimiento social, encarnado en el padre o quien haga sus veces, ejecuta acciones que provocan malestar en el pequeño –Espacios de intimidad entre padre y madre, realización de actividades entre el niño y su padre sin su madre, alejar momentáneamente al hijo de su casa, interacción con objetos y personas nuevas….-, por lo cual él lo odia hasta tal punto que quiere su muerte –la muerte para los niños menores de cuatro años, significa “no estar en ese momento”, algo diferente al concepto objetivo en que la muerte, en el cual el cuerpo deja de tener signos vitales y la ausencia es infinita-.

El interés del niño por matar a su padre se ha malinterpretado de igual modo porque se ha pensado erróneamente que el pequeño le gustaría destruir físicamente al papá, cuando en realidad desea que no este o que por lo menos no destruya el vínculo casi que fusional entre el hijo con su madre, al igual que desea que su madre no se funda con su padre en besos y abrazos pero que si lo haga con él –el niño-.

El deseo que su padre no se encuentre en la interacción y que ella no tenga preferencia por él, bajo su manera de observar la realidad, produce culpa en el infante, la cual trata de disminuir emulando los comportamientos del adulto. Adicionalmente, el niño imita las acciones realizadas por su figura paterna puesto que siente que haciéndolo, logrará primar sobre su padre en los pensamientos y accionar de su madre, y conseguirá retomar ese vínculo fusional tan anhelado ocurrido durante el embarazo y sus primeros meses de vida.

El proceso del complejo de Edipo en el hombre, comienza al primer año de vida y termina entre a los siete u ocho años, edad en la cual el niño se identifica con su padre, acepta que vive en un orden social, interioriza la ley, así como también lo hace acerca de la prohibición por mantener un vínculo de posesión con su madre o con las demás personas de su familia, obligándolo a abrir su campo de acción hacia interacciones con otros sujetos, aceptando que su padre es la pareja de su madre.

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