Adolescente víctima de abuso sexual.

La violencia sexual, según la ley colombiana 1146 del 2007, contra niños, niñas y adolescentes comprende todo acto o comportamiento de tipo sexual ejercido sobre ellos, utilizando la fuerza o cualquier forma de coerción física, psicológica o emocional, aprovechando sus condiciones de indefensión, desigualdad y las relaciones de poder existentes entre víctima y agresor. Ser violentado sexualmente es una experiencia que ha atentado contra la individualidad corporal y contra la mismisidad tanto emocional como afectiva de la víctima.

Sufrir de abuso sexual, es una situación traumática en cualquier sujeto, especialmente cuando son menores de edad –niños o adolescentes-, tanto por la situación en sí como por el hecho que una parte significativa de las víctimas han reaccionado con pasividad ante el abuso, generando cierto o bastante nivel de culpabilidad por esa razón.

Este no accionar  puede ser ocasionado por una variedad de motivos -el miedo al uso de la fuerza física por parte del agresor, amenazas del abusador a la persona que abusa o a su familia, sentimientos de desamparo, temor de no ser creído en su relato, ataque de pánico que provoco la perplejidad…-.

El efecto del trauma para la víctima adolescente o niño, se intensifica en caso que este  abuso haya sido perpetuado por alguien cercano, y mucho más si es familiar -el padre biológico, el compañero sentimental de la madre, el tío, abuelo…-, con quien ha tenido una interacción cotidiana durante un tiempo significativo.

En este caso, la persona que ha sufrido el abuso se le derrumban variados conceptos aprendidos del sujeto abusador junto con algunos vínculos afectivos positivos con base en el vínculo diario entre de los dos, por lo cual se pueden desestructurar y desestabilizar emocionalmente mucho más que si el abuso hubiera ocurrido por alguien externo.

Sea cualquiera de los dos casos de abuso –ejecutado por persona cercana o por alguien no conocido-, esto produce en el individuo un choque o impresión emocional muy intenso con connotaciones negativas, propiciando una huella emocional que determina su vida –antes y después del abuso-.

Después de cierto tiempo de presentado el abuso, la persona afectada vuelve a experimentar el acontecimiento, y las sensaciones de temor, desamparo y horror, a través de recuerdos y pesadillas que pueden ser recurrentes, y de toda clase de estímulos internos o externos que simbolizan o recuerden un aspecto del acontecimiento traumático.

Las emociones negativas por revivir el abuso, es algo que se puede intensificar por el duelo que está ocurriendo con el adolescente debido al abandono del periodo de niñez, adicionado a los cambios corporales que experimenta, lo mismo que a las transformaciones psicológicas y sociales.

La presentación de la vivencia traumática en un tiempo posterior, sucede a pesar que el adolescente pretenda evitar cualquier situación o cosa que les recuerde el trauma, manifestando abiertamente una restricción al tema, insensibilidad ante las sensaciones dolorosas que produjo dicha situación o incapacidad para recordar especificidades del acontecimiento.

La reactivación del trauma en un periodo futuro al cual se presentó, puede traer otras consecuencias relacionadas con la sobre activación habitual del sistema nervioso, facilidad para conseguir sensaciones negativas como el susto, miedo, rabia o tristeza.

Igualmente, la adolescente evita ciertas actividades, lugares o personas que motiven recuerdos del trauma, reduce su interés por participar en actividades significativas, prefiere alejarse afectivamente de los demás,  lo mismo que tiene pensamientos de un futuro desolador.

Experimentar la situación de abuso nuevamente sin direccionamiento de un profesional de la salud mental, puede originar un estado depresivo de alta intensidad con ideaciones suicidas. Empero, si existe la escucha de un otro terapéutico, esto puede incentivar una re significación de la fuerza de los sentimientos y emociones negativas hacia fines productivos y de crecimiento personal.

En caso que ocurra un proceso terapéutico, este deberá tener en cuenta las figuras de apoyo, quienes serán esenciales en el acompañamiento que harán de la adolescente para aliviar su dolor, evitar que ella se culpabilice, y volver a confiar tanto en el mundo como en sí misma

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