Consciencia moral del adulto joven.

El proceso para la formación de las reglas, se da durante los ocho primeros años de vida. Este proceso depende de la interiorización que haga el niño de la norma social, entendida esta como la delimitación de su deseo y la posposición de la satisfacción inmediata.

El niño/a al tener negativas o prohibiciones por parte de sus padres, adquiere la consciencia que no puede hacer todas las cosas que desea, teniendo que cancelar su deseo o transformarlo hacia otra actividad que el ambiente, en el cual se encuentra inmerso, permita realizar.

De esta forma, el infante genera habilidades para adaptarse fácilmente a los distintos contextos mediante el cumplimiento de normatividades. Restricciones que funcionan en la medida en que las figuras parentales las impartan como un acuerdo entre ellos y sin contradicciones, y también funcionan cuando los padres incentivan en el hijo el concepto acerca que su obediencia genera el enorgullecimiento de los adultos.

Así, el pequeño tiene un vínculo afectivo con el deber ser, lo cual produce cierta intensidad en impulso por ejecutar determinado tipos de acciones. Impulso que solo se produce, sin que el infante tenga razones suficientes para explicarlo y con intensidad dependiendo de la posición de los padres ante el proceso de adquisición de la norma del hijo.

Este proceso debe darle seguimiento y ser complementado por los padres durante la adolescencia, puesto que las transformaciones neuro-biológicas de su hijo, que generan consecuencias a nivel comportamental, pueden alterar un poco la interiorización de la norma por parte del menor.

Dicho seguimiento y complemento que se produzca en la adolescencia, servirá para solidificar la conceptualización de la norma o para desarrollarla en caso que este camino haya dejado vacíos en la época de la niñez, sea por ausencia de reglas o desacuerdo constante entre los padres acerca de la implementación de estas.

Finalizando la adolescencia y comenzando la etapa de la adultez joven, la intensidad en la interiorización o no de la norma, puede moverse un poco, en la medida que los sujetos se interesan por conocer las vivencias o las conceptualizaciones de otras personas, a través de las conversaciones o lecturas sobre este tópico.

La justificación de los comportamientos frente a la norma, además del reforzamiento conseguido conociendo la visión de otras personas, también es estimulada por la percepción que tiene el adulto joven acerca de su independencia y acerca del deber moral que tiene en el mundo, especialmente en los aspectos relacionados a la consciencia ambiental y a la justicia social.

Por dicha razón, estos asuntos morales se convierten en dilemas que requieren largas horas de conversaciones y el desarrollo de acciones de las cuales se sienten en capacidad y con la independencia de ejecutar puesto que son mayores de edad ante la ley.

Algunos adultos no se quedan solo con la adquisición de diferentes interpretaciones, las discusiones o con las acciones de búsqueda de alternativas para la solución de problemáticas ambientales o de justicia social, sino que realizan comportamientos antisociales, los cuales son  explicados y excusados con el objetivo de compensar situaciones de injusticia que atentan contra el bienestar común.

Estas personas que desarrollan este tipo de acciones, se escudan en esta clase de conductas como medio de defensa de sus ideales, pero en realidad son adultos jóvenes que no tuvieron un proceso efectivo de interiorización de una normatividad social

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