
La expectativa de vida de Colombia para el año 2020 fue de de 77,46 años, cifra que es casi cuatro años superior a la esperanza de vida en el años 2000. Esta diferencia no es muy significativa si se interpreta solamente con este resultado sin tomar en cuenta otras variables.
Las otras variables se relacionan con la calidad de vida del adulto mayor. Asociación en que se podría llegar a ciertas conclusiones como que las personas que duran mayor cantidad de años con respecto a décadas atrás, pueden hacerlo con mejor calidad de vida –bienestar físico, social, personal, emocional y material-.
El aumento de la expectativa y de la calidad de vida de los adultos mayores, genera autosuficiencia en ellos, y por ende, otro tipo de enlace afectivo con sus hijos que están entre los 25 y 40 años, fenómeno contrario al ocurrido hace dos o más décadas, puesto que en ese instante, los adultos mayores dependían casi que totalmente de sus hijos menores de 40 años.
Ahora, algunos adultos entre 25 y 40 años, aunque, siguen manteniendo un respeto absoluto de sus padres, los involucran más en su cotidianidad y solicitan su orientación para la solución de diversos inconvenientes, lo mismo que intensifican la empatía con los progenitores en el momento en que se convierten en padres.
Los hijos dejan de preocuparse un poco por la salud física de sus padres, exceptuando que ellos tengan un accidente o una patología delicada –cancer, trastorno de alzheimer, artrosis, rotura de huesos..-, dándole mayor importancia a la parte emocional para su interacción.
De esta forma, se puede observar que existen razones de peso por la cuales los adultos entre 25 y 40 años de esta época no tienen tantas preocupaciones por los adulto mayores de su familia, significándolos a ellos como personas con reducción de ciertas capacidades físicas, pero idoneidad en sus fortalezas emocionales y cognitivas.
Esta idoneidad ha sido positiva en términos generales, aunque se pueden presentar algunos comportamientos disfuncionales de los hijos hacia los padres. Uno de ellos es la exageración en el enlace emocional con sus figuras parentales, pretendiendo que ellos se conviertan en sus confidentes y en sus “mejores amigos”, pudiendo generar preocupaciones en ellos y alteraciones en su estado de ánimo.
La segunda acción insana que explicaré en este escrito, ocurre cuando los hijos, por significar a sus padres con salud física y mental, se olvidan que son adultos mayores que requieren cuidado. Los descendientes no se preocupan por ninguna de las temáticas que hacen parte del bienestar de su familiar, ejerciendo una negligencia emocional.
Estos hijos negligentes desatienden completamente a sus adultos mayores, argumentando que sus padres no necesitan apoyo y los rechazan cuando se les ofrece. Sin embargo, al conocer las raíces de dicho desinterés, se puede concluir que han existido uno vínculos afectivos patológicos entre padres e hijos a través de la historia.
Como tercera conducta nociva para el adulto mayor, se puede contar la ejercida por aquellos con acciones maltratantes, más que todo de tipo emocional y verbal. Los descendientes muchas veces con intención, y otras veces por impulsividad, intentan herir a los adultos mayores, culpabilizarlos y vengarse por los supuestos maltratos que recibieron en su historia.
En cualquiera de los casos anteriormente mencionados, se puede observar que los adultos entre 25 y 40 años, sienten que sus padres adultos mayores, salvo en casos específicos, se encuentran con capacidades físicas y emocionales funcionales, razón por la cual son más despreocupados con ellos en los aspectos concernientes al cuidado de su salud física y/o mental, realidad distinta a la que ocurría en el comienzo de este siglo o finales del pasado.
En esa época, los adultos mayores de sesenta o setenta años, los cuales en su mayoría tienen hijos entre los 25 y 40 años, tenían condiciones de salud desfavorables tanto por presencia de muchas enfermedades y efectos de ellas, los cuales se han disminuido el tiempo.
El incremento de la expectativa y calidad de vida del adulto mayor ha provocado que sus hijos tengan otra clase de vínculos afectivos con sus padres adultos mayores. Vínculos que pueden ser adecuados o inadecuados dependiendo de la historia de vida de esos hijos con sus figuras parentales.