
Por su definición, el objeto transicional se encuentra en el espacio intermedio entre la subjetividad y la objetividad del ser humano. Espacio que tiene la capacidad de unir y separar al hijo de su madre cuando esta ella promueve la confianza en el factor ambiental.
La confianza en el factor ambiental solo es posible cuando existe un vínculo de apego seguro entre los dos –madre e hijo-. En esta clase de vínculo, el niño siente a su madre de manera positiva, puesto que ella es receptiva, tiene calidez y esta conectada emocionalmente con él.
Para lograr esto, la madre es equilibrada emocionalmente, pudiendo visualizar la maternidad como un proceso en el cual debe desarrollar a su hijo en las facetas afectiva, cognitiva, adaptativa y física. Hijo que no es significado como propiedad personal sino de una cultura.
Al concebir a su hijo como alguien cultural, la madre retornara a sus actividades diarias de forma paulatina preparando a su hijo para esto, de tal manera que pueda soportar las ausencias más prolongadas, con la convicción que volverá con unos comportamientos continentes y receptivos con sus emociones y necesidades.
Esta misma madre equilibrada estimulará en su pequeño el deseo de exploración, al principio en compañía de ella y dentro de los espacios de la casa, y después dándole la oportunidad que se vaya alejando un poco en los espacios interiores y exteriores, aunque no tanto como para dejar de observarlo. Madre que cuando llega su niño de esta travesía, lo recibirá también con conductas continentes y receptivas tanto de sus emociones como de sus necesidades,
Desde este tipo de relación cercana, la madre puede crear un objeto o fenómeno –canción, palabras, costumbres- transicional con capacidad para permitir el recuerdo, y por ende la disminución de las emociones negativas de su hijo al extrañar a su madre, junto a la capacidad para no dejarse desnivelar de las emociones positivas que producirá la exploración y los aprendizajes.
El niño se siente seguro en presencia de este objeto o esta acción que represente a su madre, generando que se sienta acompañado por ella. Este simbolismo puede favorecer múltiples cosas, como el desarrollo de otros procesos cognitivos, facilitar los deseos de exploración, transformar el vínculo entre el hijo y la madre a una faceta más conceptual…
En este caso, el niño esta consciente acerca que su objeto o fenómeno transicional no es la madre, razón por la cual dicho objeto no se convierte en algo disfuncional, como ocurriría en el caso que exista entre la madre y su hijo, un tipo de apego con características de evitación o de ambivalencia.
El apego inseguro evitativo o inseguro ambivalente se definen en que el niño no confía en su madre, por lo cual no tiene quien le contenga sus emociones negativas o direccione sus emociones positivas, cuando retorne de explorar. Al no tener esta respuesta, el niño se desmotiva por el aprendizaje.
Con estos apegos, el niño tiene poca probabilidad de crear un objeto u fenómeno transicional puesto que no se produce el juego inicial entre el hijo y la madre en que existe una interacción en la cual la figura materna pasa de cumplir una función de ser la persona que el niño quiere que sea –alguien unido a él- a ser la persona que realmente es –alguien separado de su propio hijo-.
A pesar de esto, cuando se dan apegos inseguros entre madre e hijo, el niño puede crear un objeto transicional, no ligado a la representación de una madre real –con características positivas y negativas-, sino asociado a una madre fantaseada.
Dicha madre cumple todos los deseos del hijo sin obstáculos, diferente a la madre real, que en el caso de los vínculos de apego inseguros, no producen confianza. En esta situación, la presencia del objeto transicional no permite disminuir la angustia para el enfrentamiento de una situación nueva, sino que la suprime en toda su magnitud.
Suprimiendo esta angustia, el niño no tiene necesidad de crear soluciones por sí mismo para afrontar de manera eficaz una situación nueva, sino que estas son dadas por la presencia de una omnipotente figura materna fantaseada, personificada en el objeto transicional.