Decisiones de no tener hijos tomadas después de los 25 años.

La decisión individual de no tener hijos es un proceso que algunas personas comienzan a pensar desde la época de la adolescencia. En estos años, dicha determinación puede estar sustentada en factores ajenos a un análisis estructurado ante esta negativa.

En caso que la persona se cuide de un embarazo no deseado y no tenga un embarazo asociado a ganancias inconscientes, como las explicadas en el escrito anterior, el deseo de no tener hijos adquiere razones racionales y afectivas que se dan por la profundización de un proceso introspectivo alrededor de este tema.

De esta manera, entre los 25 y 30, las personas que han tomado esta consideración radical pueden concluir que lo han hecho mediante un proceso largo en el cual han evaluado los pro y las contras, al igual que sus pocas motivaciones para adquirir competencias emocionales que permitan formar funcionalmente un hijo.

Algunos han comunicado esta manera de pensar y de sentir, y otros la han mantenido para sí mismos, solo compartiéndola con algunos familiares cercanos y sus respectivas parejas. Esta manifestación del adulto mayor de 25 años, causa rechazo en muchos personas, sobre todo en los adultos mayores o adulto de mediana edad –entre 40 y 60 años- puesto que se les cataloga como egoístas, personas que van en contravía del orden natural de las cosas, personas que sufrirán mucho durante su tercera edad, entre otras interpretaciones.

Sin embargo, mi experiencia terapéutica señala que los sujetos de más de 25 años que han asumido esta forma de concebir la realidad, lo han hecho mediante una exploración detallada del sí mismo –previendo el futuro, siendo conscientes de su moralidad y de su sentido de vida tanto individual como social…-, y no han encontrado circunstancias que sean lo suficientemente significativas para intentar tener descendencia.

Desde este punto de vista, estos sujetos tienen la capacidad para soportar las presiones sociales y tienen un amplio conocimiento de sí mismos que le permite concluir que en caso de tener un hijo, este pequeño no sería formado funcionalmente para convivir con él mismo y con la sociedad.

De este modo, el adulto mayor de 25 años, posee una posición ética con su entorno, puesto que esta convencido, con su negación a la posibilidad de  maternidad/paternidad,  que no ofrecería condiciones emocionales favorables a un nuevo ser, algo que trata de evitar. Dicha decisión debe ser refrendada con un procedimiento biológico –ligadura de trompas o vasectomía- que lo inhabilite para ser padre o madre.

Permitir que un hijo crezca en un ambiente desfavorable puede significar que existen altas probabilidades para que el descendiente no adquiera una subjetividad funcional con unos vínculos afectivos sanos, normatividad adecuada, competencias blandas… Subjetividad que permita una relación sana consigo mismo, sus semejantes y el medio ambiente.

Aquellas personas que condenan esta forma de pensar, sentir y actuar, calificándola con adjetivos peyorativos, pueden tener inconvenientes en conseguir empatía con un otro que tiene concepciones distintas a los estereotipos sociales en los cuales el ser humano solo adquiere la felicidad cuando es capaz de engendrar.

Desde esa perspectiva, ese otro que condena, siente que la existencia solo tiene sentido a través de los hijos, y en mejor de los casos, de la ayuda que brinde hacia ellos como figura parental, mirando con desidia otras formas de interpretar la realidad.

Maneras nuevas que, a diferencia de los que se mueven por ideas preconcebidas del deber ser –estereotipos-, son catalogadas como de responsabilidad social y de alto conocimiento del sí mismo –gustos, competencias, proyecciones, fortalezas, debilidades-.

El paradigma de egoísmo se transforma en una explicación que toca la responsabilidad social. Competencia que no solo es definida por ejecutar lo que la cultura dictamina –en este caso tener hijos puesto que supuestamente es la base de la sociedad- , sino que incentiva que los sujetos piensen más allá de esos estereotipos y los adapten a las creencias y motivaciones particulares, siempre y cuando estas se adecuen a una sana convivencia y a mejorar las condiciones medio ambientales.

En este caso, el deseo de no tener hijos no afecta el entorno, y antes por el contrario, ayuda que este ambiente no tenga que sobre esforzarse demasiado dando herramientas emocionales a un niño/a que no ha sido deseado y/o planeado por sus padres, por lo cual muy seguramente tendrá falencias en el proceso de estructuración y equilibrio de su personalidad.

Este es un escrito que tiene dos propósitos fundamentales: El primero de ellos es formar en diversos componentes que permitirán profundizar en conceptos y variadas realidades psicológicas, así como mejorar la salud mental del individuo y del grupo familiar. El segundo objetivo es promocionar mi consulta clínica de forma virtual y presencial, ambas se pueden solicitar al celular 320 6919221

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