
A pesar que el adolescente ha llegado a un estado formal del pensamiento, por lo cual tiene mayores capacidades que el niño para el entendimiento objetivo de la realidad, este púber basa la mayor parte de sus comportamientos en reacciones impulsivas debido al desequilibrio emocional producto de la alta producción tanto de las hormonas sexuales como del sistema límbico, y producto de la inmadurez de la corteza a pre-frontal.
La subjetividad a gran escala de los sujetos entre 12 y 18 años, ocasionada por los tres componentes neuro-biológicos que al darse simultáneamente y de forma alterada generan crisis. Estas crisis solo se logran manejar en la medida que los padres hayan estimulado en su hijo el conocimiento de su mismisidad, el control emocional y la integración de su subjetividad con la objetividad, para la solución eficaz de las situaciones problemáticas, desde sus primeros años de vida.
En caso que el adolescente no haya tenido este tipo de formación, es necesario que el sujeto tenga un proceso terapéutico que permita conseguir los objetivos mencionados en el párrafo anterior, a través de un vínculo funcional con el profesional de salud mental. Lazo afectivo que reemplace, en la mentalidad del adolescente, las relaciones con connotaciones negativas que tuvo con sus padres o primeros objetos de amor.
Este proceso permite al sujeto indagar, bajo la dirección y orientación de un otro terapéutico, acerca de su naturaleza conocida y acerca de aquella que desconoce, esta última sucedida antes de la aparición del lenguaje pero a que a pesar de este desconocimiento, determina su forma de procesar conocimientos y emociones, lo mismo que determina los comportamientos, incluidas sus elecciones.
Dicho proceso implementado en un contexto particular –consultorio- ha de estar acompañado de diversas recomendaciones hacia los padres, cuyos objetivos sean posibilitar la modificación de vínculos afectivos disfuncionales, y por ende, facilitar en el adolescente la asimilación emocional de su subjetividad, altamente influenciada por la actuación de variables neuro-biológicas, permitiendo de esta manera, la creación de soluciones novedosas a los problemas con base en el encuentro sano de lo objetivo con sus emociones.
Al dar soluciones particulares a las distintas situaciones en las cuales participa, mediante la integración de la objetividad –acuerdo de subjetividades- con su propia subjetividad, el adulto puede retroalimentar al adolescente sobre las fortalezas, debilidades, oportunidades y amenazas de su creación.
Adicionalmente, el adulto ha de interrogar al adolescente sobre el proceso que tuvo para la creación de esa solución y las asociaciones de emociones o vivencias, lo cual permitirá a los dos sujetos el encuentro con la mismisidad del púber.
De esta forma, el adulto incentiva que el adolescente interiorice el concepto y lo aplique en su vida, acerca que el enfrentamiento efectivo de las situaciones cotidianas requiere la posibilidad de integrar lo objetivo con lo subjetivo, para de esta forma, construir un sello particular.