Una pareja funcional se caracteriza por aquella que se ha constituido formalmente y se puede proteger del exterior sin aislarse –existe un equilibrio entre las actividades que realizan con la comunidad y las actividades que realizan conjuntamente ellos dos-.
Sin embargo, existe una clase de vínculo de pareja que se puede tornar patológico puesto que la dinámica entre ellos va mucho más allá de la permisividad con el medio ambiente, convirtiendo dicha permisividad en algo necesario para la existencia del lazo afectivo, de acuerdo a la teoría de la colusión en pareja.
Este sistema conceptual refiere que, la dinámica de este tipo de pareja, se alimenta constantemente de un otro externo a la pareja, el cual puede estar representado a través un hijo/a, a través de otra persona, a través de las exigencias producto de una actividad laboral, deportiva etc o a través de cualquier acción de alguno de los miembros o de los dos.
Este otro es concebido por los miembros de la pareja, como algo o alguien necesario para el mejoramiento de su dinámica colectiva puesto que produce en el imaginario de las dos personas sentimientos y emociones de celos, rivalidad o el sentimiento de ser excluido por un tercero.
Aquellas parejas que necesitan constantemente de un tercero que sea capaz de nutrir la relación y llevarla a otro nivel, es porque tienen muchas inconformidades acerca de las características de la relación o de ellos mismos como pareja. Inconformidades que no han podido descubrir o no han querido confrontar, pretendiendo minimizar, mediante el cambio de dinámica producto de la entrada de un tercero en la relación.
Uno de los miembros de la pareja necesita mostrarse como el seductor, acaparar la atención y sentirse reconocido por los demás, dejando en un segundo plano a la pareja. Este miembro, pone en su compañero, sus propios sentimientos de miedo al abandono y de dependencia, estimulando en la pareja, los sentimientos de celos y rivalidad para lograr en su pareja su atención y su deseo, mientras el primer miembro le estimula y le excita esta situación.
Por el lado del otro miembro de la pareja, él/ella se muestra, en todas las ocasiones dispuesto a complacer a su cónyuge, al que atribuye todo el valor externo a nivel social, profesional o parental –padre o madre-, debido que impone en el otro su deseo de llamar la atención, pero en el fondo se siente en rivalidad y poco valorado.
Esta clase de pareja tiene un movimiento muy infantil puesto que no se percibe a la otra parte de forma completa, sino que un miembro desvaloriza a su pareja mientras el otro miembro ejecuta una idealización, tal como puede ocurrir en la escena edípica no tramitada.
En dicha escena, el hijo puede idealizar al padre con el cual se identifica para lograr la atención de la otra figura parental, produciendo una triangulación edipica funcional. Sin embargo, cuando el hijo apenas inicia esta triangulación o nunca la ha tenido, puede desvalorizar al padre con el cual se tiene que identificar. Aunque uno de los miembros haya terminado la triangulación, cada uno se siente envidioso y con rivalidad del otro.
En la medida que este juego edipico necesite exteriorizarse con un tercero de manera muy prominente, y en la medida en que los papeles de la pareja no se intercambien en algunas situaciones, esta dinámica se puede convertir en algo muy disfuncional.
El hecho que un miembro valorice a su pareja mientras el otro la desvalice puede indicar que estos sujetos no resolvieron el complejo de Edipo, situación en que se adquiere la normatividad social, se produce la diferenciación de sexos y la elección sexual.
Los miembros de la pareja necesitan rivalizar entre ellos para cerciorarse acerca de quien tiene el poder, concibiendo al otro miembro de la pareja como aquella madre o padre al cual desea excluir para conseguir la atención total de la otra figura parental.
El no intercambio de la dinámica en los miembros de la pareja, lo cual no permite la funcionalidad en este tipo de colusión, lo mismo que este juego edipico en una frecuencia muy alta, se puede dar por grandes diferencias entre los dos cónyuges, a nivel de edad –diferencia superior a diez años-, nivel educativo, nivel socio cultural y principios de vida-.