El duelo es un proceso de adaptación emocional ante la pérdida de algo o alguien. Esta pérdida puede ser de contenido real –muerte física de alguien cercano-, de contenido psicológico –final de una relación, final de un trabajo- o por la pérdida de algún objeto con valor emocional.
Elisabeth Kubler psiquiatra suiza estudiosa del tema de la muerte, refiere que el duelo tiene cinco etapas: 1) Negación: La persona no ha entendido que la perdida que acabo de vivir es para siempre, y reprime sus emociones negativas ante esta pérdida 2) Enfado, indiferencia e ira: La persona acepta la perdida pero busca culpables por esta pérdida. 3) Negociación: La persona analiza los pros y contras de la pérdida e intenta buscar alternativas de solución ante la pérdida. 4) Dolor emocional: La persona expresa dolor, llegando incluso a tener comportamientos depresivos. 5) Aceptación: La persona asume la pérdida como inevitable, cambiando la visión respecto de esa pérdida.
El duelo en los adultos mayores puede ser una situación más prolongada y que ellos la viven con mayor intensidad por dos razones fundamentales: Las personas mayores de sesenta años tienen una emocionalidad sin limitantes debido a la disminución de algunas de sus facultades cognitivas inhibitorias, y la población de esta edad poseen dificultades para adaptarse a los cambios.
Estos motivos aplican, de forma manifiesta, si la muerte que se produce es de una persona cercana emocionalmente a ellas pero con mucha diferencia de edad –hijos, sobrinos, nietos..- o cuando ocurre con su pareja si esta no sufre una enfermedad terminal o incapacitante.
En cuanto al duelo por la muerte de su pareja, este deja muchas consecuencias negativas que se encuentran vinculadas a la soledad, la necesidad de acompañamiento constante o dependencia de las figuras de apoyo, la sensación de desamparo, entre otras.
Cuando el adulto mayor se da cuenta que su pareja afectiva de muchos años murió, esta persona siente que ha perdido una parte esencial de sí mismo puesto que los dos han tenido un largo recorrido de compartir vivencias, proyectos, emociones positivas y negativas.
El adulto mayor cae en un proceso grande de tristeza, del cual algunos lo intensifican hasta llegar a un estado depresivo, desarrollando de esta manera con mayor velocidad la desarticulación interna y que se deconstruya su subjetividad -pensamientos, emociones, deseos, interpretaciones…-.
Por otro lado, si el deceso se produce con alguien allegado en sus afectos pero que se encuentra en una etapa de adultez mayor, este hecho aparentemente es aceptado con mayor facilidad y menor malestar emocional debido que es algo esperado por las disfuncionalidades producto del desgaste propio de la edad.
Sin embargo, esta apariencia es relativa y necesita ser refrendada en un espacio terapéutico en que el adulto mayor pueda aperturarse emocionalmente con un otro para expresar su subjetividad manifiesta y que pueda asociarla con un material latente, como consecuencia de las creaciones originadas por las retroalimentaciones e interpretaciones del profesional de salud mental.
Proceso que ofrece un resultado contrario a la suposición de la mayor aceptación de este tipo de muertes. En el adentramiento de la mismidad del adulto mayor, él puede descubrir que el fallecimiento de sus pares es un hecho que no dista mucho de ser catastrófico, puesto que produce la pérdida de una parte del pasado compartido, algo similar a lo acontecido con la muerte de su compañero/a sentimental
De esta manera, cuando el adulto mayor asiste al velorio de sus grandes amigos o de sus hermanos, siente que una parte de él también muere, contribuyendo esto a que se desarrolle con mayor velocidad la desarticulación interna y que deconstruya su subjetividad -pensamientos, emociones, deseos, interpretaciones…-.