
Explorando en las variadas problemáticas que los sujetos de todas las edades, desde niños hasta adultos mayores, tienen en sus vínculos con otros y con ellos mismos, gran parte de estos se encuentran asociados a su escasa capacidad para identificar, reconocer, nombrar y explicar las emociones o los sentimientos propios, lo mismo que a la presentación de dificultades para encontrar palabras para describirlos.
La capacidad que el ser humano tenga para realizar los procesos anteriormente descritos con su parte emocional, los cuales se amplían a su esfera sentimental, es el paso inicial para desarrollar sus facultades empáticas. Ambos procesos necesitan ser priorizados en la educación de primera infancia.
Cuando la madre tiene un apego sano con su hijo, antes que él desarrolle adecuadamente un sistema fonético que le permita emitir palabras, ella aprende a conocer aquello que el pequeño quiere dar a entender por medio del llanto, sus gestos y sus sonidos guturales.
Dicho apego sano implica que la figura materna no sienta una ilimitada satisfacción por ser la persona predilecta de su hijo y convertirse en el único individuo que lo entiende, por lo cual pone su esfuerzo por introducirlo en un orden social y de lenguaje. Esto es posible solo si ella le presta palabras a su hijo.
Tipo de afecto que se asocia con un funcionamiento de los padres como equipo de trabajo, lo cual implica una unidad en los lineamientos de los adultos. Así, el pequeño no siente que posee el control del ambiente familiar sino que se visualiza como un hijo motivado, y exigido para aprender, por la presencia y la participación activa de sus dos padres.
El pequeño empieza a escuchar sonidos estructurados de parte de la madre, y después del padre. Palabras que los progenitores manifiestan con base en las características objetivas de los estímulos externos, la manera como sienten que su hijo percibe estos, y de como se imaginan son sus impresiones subjetivas –emociones, sentimientos…- ante estos estímulos.
Algunos padres se quedan solo en prestar palabras a su hijo respecto de lo que esta sucediendo afuera, pero no lo hacen respecto de las emociones y sentimientos que su hijo tiene. Estos son padres que no han logrado una conexión emocional con el menor, algo que no permite que, atendiendo al conocimiento de su pequeño, intenten descifrar o leer sus estados afectivos.
Los adultos han fallado en la empatía con su descendiente o no le interesa tenerla, por lo cual no enfatizan en el desarrollo emocional del él. Por su lado, el hijo no comienza el proceso de nombrar sus emociones o sentimientos, reprimiéndolos o dejando que ellos se exterioricen sin posibilidad alguna para su control.
Esta educación en la emocionalidad se complejiza cuando el niño crece y comienza a tener con los padres juegos simbólicos en el cual puede representar varios personajes con sus peculiaridades. Actividades lúdicas que los adultos aprovecharán para cuestionar aspectos del ambiente en que se desenvuelve la historia, y pregunta sobre la mismisidad –motivaciones, emociones, sentimientos..- del personaje que el niño representa.
De la formación en el hogar, en que los juegos simbólicos hechos con sus padres son parte fundamental, el niño pasa al proceso en el que predomina el conocimiento y aprendizaje en una institución educativa. Institución que también tiene otros objetivos ligados con la socialización.
Los niños terminando su primera infancia, lo mismo que los pre-adolescentes y adolescentes se enfrentan a situaciones consigo mismo, con los otros y con lo objetivo, en las cuales aplican lo aprendido en el hogar a nivel emocional, y lo completan con aquellas enseñanzas adquiridas en el colegio.
Conceptos que solo podrán seguir la direccionalidad deseada por los padres, en la medida que ellos hayan hecho una investigación antes de introducir a su hijo en determinada institución. Indagación y posterior elección de escuela según la similitud que esta tenga con los valores y la forma de concebir la existencia de las figuras parentales.
El conocimiento y la capacidad para identificar y manifestar emociones, necesita darse con el saber acerca de sí mismo y de su propio deseo. Aspectos que se dan por una estimulación constante de los adultos acerca de explorar sus intereses y cuestionarse sobre su sí mismo.
Este saber se profundizará de forma paulatina y didáctica para que el hijo se motive por estas prácticas y las interiorice como parte fundamental de su ser integral. Profundización dependiendo de su desarrollo cognitivo y de lenguaje, su edad cronológica….
La educación a nivel emocional tendrá mejores resultados en la medida en que estos comportamientos del niño sean reforzados por parte de sus padres y en la medida en que el niño, y posteriormente el adolescente, observe que sus figuras parentales se cuestionan como individuos y como pareja acerca de su mismisidad –deseos, fortalezas, debilidades..-.