Efectos del abandono físico de la madre en su hijo.

Si los nueve meses del embarazo, transcurrieron de manera positiva o por lo menos sin la presentación de inconvenientes para la madre –accidentes, crisis emocionales, ser víctima de situaciones de alteraciones del orden público..-, el parto se convierte en el primer evento traumático para el bebé, puesto que él se siente incómodo al dejar su mundo ideal acuático, climatizado, con barreras de ruido y sin tener que respirar aire.

El bebé culpa a su madre por esta experiencia generadora de mucho malestar para él, por lo cual la comienza a significar negativamente. Empero, estas emociones se neutralizan si el embarazo fue armonioso como se dijo anteriormente  y se neutraliza porque el pequeño recibe amor, cuidados, abrigo y alimento tanto de ella como del personal médico que esta acompañando el parto.

En caso que el hijo sea abandonado por la madre, después del nacimiento o en días cercanos, él sentirá un vacío muy profundo dentro de sí, puesto que en ese momento del desarrollo el pequeño siente que su figura maternal forma parte esencial de su sí mismo.

Con la decisión de su madre por alejarse definitivamente de su hijo, no existe posibilidad para que el pequeño desarrolle un dialogo intersubjetivo con aquella persona con la cual se encuentra emocionalmente fusionado, provocando que los fundamentos de la imagen inconsciente del cuerpo del infante –integración del cuerpo con la emocionalidad- producto de los nueve meses de embarazo, se desvanezcan.

De tal forma, el bebé pequeño se encuentra a la deriva y completamente desarticulado tanto a nivel de contacto físico como de representaciones mentales. Con la ausencia de la madre, el niño no tiene un seno para alimentarse, y tampoco un cuerpo físico que proporcione cariño y protección, sintiendo demasiada y significativas faltas.

De igual forma, el sistema emocional que es aquel por el cual se basan los posteriores desarrollos en los diferentes aspectos –cognitivo, físico, social..- se altera hasta tal punto que se considera traumatizante esta experiencia del abandono, afectando el funcionamiento corporal –imagen inconsciente del cuerpo-.

El niño se siente sumamente triste y decepcionado por este abandono, y además de eso, desarrolla bastante culpabilidad pues cree que el malestar que alguna vez sintió por su nacimiento o por diversas reacciones de su madre, lo mismo que su comportamiento negativo en ciertas situaciones –llorar, no comer..-, fueron motivo suficiente para que ella se marchase.

El abandono de la madre, en la etapa oral de desarrollo,  puede ocasionar perturbaciones en las habilidades del pequeño para tragar o mamar, y más tarde en su fonación de sonidos por lo cual es imperativo que un otro –tíos, abuelas, cuidadores…-, se encargue del pequeño, tratando de equilibrar la ausencia de la madre.

Este adulto devolverá al niño la posibilidad de un vínculo afectivo muy cercano solo si es alguien capaz de ofrecer apegos seguros, dirigir  su proceso formativo, permitir la interiorización de una normatividad, la adquisición del lenguaje…, y lo mas importante si es alguien capaz de permitir que él pueda manifestar con acciones sin censurar, la culpabilidad y el duelo por la partida de su madre biológica,  reconstruyendo de esta manera la confianza y tranquilidad  perdida por el menor debido al abandono.

Dichos objetivos, el adulto a cargo podrá conseguirlos mediante el dialogo en el cual  entienda la comunicación que el menor pretende dar sin lenguaje, y también lo podrá lograr “prestándole” palabras al pequeño, las cuales  sirvan para que él exprese sus emociones e inicie su camino de aprendizaje de sonidos y de combinación de ellos para el posterior desarrollo de mensajes entendibles.

En caso que no exista este adulto dentro de la familia o alguien perteneciente a una institución, el niño se puede quedar sin la posibilidad de conseguir un contacto afectivo con otro, y con una corporalidad hecha solamente para sí mismo, por lo cual no adquiere el concepto de su funcionamiento corporal.

Sin este adulto, el niño conserva la tristeza, la culpabilidad, lo mismo que un duelo sin desarrollar, impidiendo la creación de vínculos afectivos con el otro. Por este motivo,  el sujeto desarrolla una imagen inconsciente del cuerpo incomunicable, solo valido para él mismo –el niño se reduce a su esquema corporal-, desarrollando un lenguaje delirante

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