El adolescente cuyos padres son separados, y por ende convive con un solo padre –padre o madre-, tiene otra manera diferente de percibir la realidad, respecto que si perteneciera a un hogar en el cual conviven los dos padres con un vínculo de pareja estructurado, o por lo menos que se parezca a eso.
Cuando el hijo adolescente habita con un solo padre, el adulto otorga especial valor, en muchos casos mayor al de sí mismo, a la opinión de su descendiente, por lo cual este –el hijo- se siente en este periodo de tiempo, con una significancia mucho más alta de la que tuviera en caso de vivir con los dos padres.
Los adolescentes criados en este tipo de ambiente, significan sus deseos y sus palabras como mandatos, o por lo menos sintiendo que tienen el mismo nivel de importancia de la del adulto, permitiendo que se modifiquen las líneas de autoridad funcionales –líneas en que padres tienen mayor poder de decisión y de mando que sus hijos-.
Por otro lado, los ambientes familiares en que los padres y los hijos conviven en el mismo hogar, se caracterizan porque el padre dominante –casi siempre es el hombre-, desvaloriza las posiciones o puntos de vista de su hijo, lo cual realiza para sostener su supremacía en el grupo.
En este contexto, los hijos adolescentes tendrán interiorizados que la opinión y la motivación de sus padres, tendrá más importancia que su propio deseo, algo que propiciará que los menores acepten dicha verdad, buscando alternativas para convencer a los padres sobre la posibilidad para el cambio de las decisiones, en caso que estas no satisfagan sus intereses o expectativas.
Algunos adolescentes disfuncionales crean formas patológicas para manipular a los padres en las determinaciones que han tomado: Victimizarse, utilizar o sacar provecho de alguna dolencia corporal que permita obtener lo que desean, maltratarlos, modificar su estado de ánimo….
Otros hijos adolescentes, tendrán comportamientos sanos con sus figuras parentales para que ellos puedan transformar en algún nivel las decisiones que no agradan al hijo. Conductas asociadas a los acuerdos con algunos compromisos envueltos en esos acuerdos u otras formas en que tanto padres como hijos puedan tener un beneficio.
De esta forma, los púberes cuyos padres conviven en el mismo hogar de una forma funcional, pueden tener mayores niveles de competencias de adaptación, solución de conflictos, tolerancia a la frustración, comunicación, creatividad, empatía, conciencia social…
El hecho que el hijo adolescente cuyos padres están separados, signifique su palabra como mandato, puede ser explicado por dos razones: La primera es que el hijo toma el significado de pareja emocional igualitaria del padre con quien se encuentre. Estos padres no han querido asimilar emocionalmente la ruptura, y mucho menos, que este quiebre del vínculo afectivo genere una falta.
Falta que no se ha aceptado, tratando de remediarla, mediante el otorgamiento a su hijo de derechos y deberes que no debe tener, los cuales pueden tener variados matices: Consultar con el hijo la manera de actuar ante situaciones que son manejo de las figuras de autoridad, comentar a su hijo los inconvenientes o las aspectos negativos del otro padre…
El segundo motivo esta ligado a que los padres separados desean ganarse la preferencia de sus hijos sobre el otro padre, dándole gusto en casi todos sus anhelos en el momento en que comparten tiempo juntos, promoviendo que el adolescente se conciba más importante que los adultos.
En cualquiera de los dos casos, si los padres no controlan los deseos de su hijo, pueden ocasionar su desequilibrio emocional, y puede ocasionar que no termine de estructurarse, puesto que dejara de hacer muchas cosas de su edad, por asumir otras -comportamientos y manera de pensar que ellos no han de tener en su papel de hijos-, o puesto que podrá acceder a beneficios que los adultos tienen como compensación de su trabajo –trabajo que los adolescentes no tienen en la mayor parte de las ocasiones. Ej la compra de un carro a su hijo adolescente-.
Cargar emocionalmente de esta manera a los hijos adolescentes, por la incapacidad de los padres para la tramitación sana de un duelo producto de la separación, es sumergirlos en un vivenciar de adultos sin la preparación necesaria, produciendo que esto se veo reflejado en conductas patológicas de su hijo en el presente o en el futuro.