El adulto entre 25 y 40 define su identidad por medio de lo laboral.

La identidad, según la real academia de la lengua española, es el conjunto de rasgos propios de un individuo o de una colectividad que los caracterizan frente a los demás. El proceso de construcción de la identidad tiene su origen desde el momento en que el hijo es concebido, y se va modificando en los diferentes periodos de crecimiento.

Durante la niñez, e incluso antes de ella –nueve meses de embarazo-, la identidad se desarrolla con el vínculo funcional que tenga el hijo con sus padres, algo que permitirá comenzar el proceso de formación de una personalidad estructurada y equilibrada, y permitirá interiorizar afectos sanos, normatividades y competencias blandas, propiciando que el infante pueda adaptarse al medio, siendo capaz de vincularse sanamente con los sujetos y con los objetos, y pudiendo resolver las situaciones, algunas veces por el mismo, y en otras ocasiones demandando la presencia de adultos.

En la adolescencia, la identidad se encuentra asociada con los procesos de separación que el hijo tenga con sus padres, generando que el sujeto sea reconocido como alguien distinto a ellos. Empero, este púber se adhiere a grupos de pares escogidos emocionalmente puesto que se da cuenta que tiene numerosas limitaciones actuando de manera solitaria. Así, la particularidad depende del colectivo, algo que es paradójico.

Las elecciones pasionales del adolescente se presentan cuando él  no es capaz de reconocer su propio deseo y no ha sido introducido, la mayor parte de las veces por sus padres, a determinada asociación con fines formativos –atendiendo a este deseo-, por lo cual eligen una agrupación que satisfaga sus necesidades inconscientes, convirtiéndose esto en algo enteramente emotivo.

La identidad de los adolescente esta determinada por los conflictos constantes con los padres para que ellos reconozcan su individualidad a través del alejamiento del grupo familiar. Alejamiento que únicamente es posible con su agrupación a masas externas a la familia.

En el periodo evolutivo inmediatamente posterior, o sea la adultez joven –edad entre los 18 y 25 años-, los grupos  son escogidos más por razones objetivas y no tanto por motivos plenamente emotivos como en la adolescencia. Objetividad que permite poder hacer proyectos, aumentar las fortalezas, mejorar las debilidades…..

La identidad social se adquiere por la valoración positiva de la pertenencia con los grupos en que el sujeto es miembro, sobre los otros grupos, y también se adquiere por la percepción que deja el rendimiento individual en los grupos en que el individuo haga parte o en las distintas actividades que realice –trabajo, estudio, deportes etc-.

Dicho fenómeno se complejiza más cuando el individuo se encuentra entre los 25 y 40 años. En este lapso de tiempo, se produce una definición casi que total de su personalidad, de acuerdo a su quehacer laboral, lo mismo que a la empresa, gremios y/o sindicatos a los cuales pertenece.

Al hacerlo, la persona puede entregarse tanto a su grupo o grupos que hace parte, que tiende a encaminar sus mayores esfuerzos en el logro de metas asociadas a estos colectivos, dejando a un lado otros aspectos que forman o deben formar parte integral de su existencia como la introspección individual, el dialogo de pareja, el acercamiento emocional con sus hijos..

La demasiada dedicación a este grupo laboral no necesariamente se encuentra asociada con proyectos beneficiosos –deporte, arte, bienestar…-, o actividades para aumentar el rendimiento en el trabajo. Muchas veces, esto se puede vincular a situaciones de infidelidad o múltiples adicciones –alcoholismo, adicción al juego..-.

La totalidad de las ocasiones en que el adulto joven tiene un ligamiento en extremo a sus grupos, esta escondiendo problemáticas individuales o de relación con su familia nuclear, las cuales el individuo no se siente con la capacidad emocional para enfrentar de forma efectiva, queriendo deshacerse de esta tensión o malestar mediante la estancia con el grupo.

Desarrollar una identidad a partir del colectivo es una forma que el individuo utiliza para no tomar control acerca de su propia existencia, queriendo deshacerse de sus características como ser unitario, algo que puede significar que se siente incapaz emocionalmente para enfrentar todas las cosas que hacen parte de quien es, definiéndose solamente con las preguntas ¿A que me dedico?. ¿Para que soy bueno?, priorizando el que hago sobre el que soy

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