El desafío constante de los niños pequeños al orden social

Dentro del desarrollo del niño de primera infancia, se puede observar verbalizaciones caracterizadas por las negativas o por los “noes” en un número significativo de sujetos entre los dos y los 4 años. Manera de responder que se presenta en mayor medida en niños que en niñas.

En este periodo de tiempo, el niño varón se encuentra en un estado de desarrollo en el cual se visualiza como alguien diferente a su madre, y se encuentra en el camino de desmonte de su muy alto nivel de egocentrismo, por lo cual percibe que hay alguien diferente a él, capaz de provocar el deseo y la unión que él añora con su figura materna.

Al percatarse de la significativa existencia de un otro para la madre, el infante también reconoce que existen otras personas en la realidad con la misma importancia que él –sus hermanos..-, y algunos con un nivel jerárquico superior –abuelos, tíos, policías..-, lo cual causa desagrado del cual consigue acomodarse, mediante la aceptación y el obedecimiento en los lineamientos dados por ese otro social, el cual en la mayor parte de los casos es su padre pero puede ser alguien más.

Aunque el niño se logre adaptar a esta dinámica de no ser el dueño absoluto de su madre, y de seguir exigencias para comportarse de cierta manera, el proceso de adecuación a una cultura se demora cierto tiempo, puesto que además del conocimiento de dicha norma social, también debe existir una interiorización de esta.

En los primeros momentos en que la norma se proporciona al menor, esta no es reconocida, y mucho menos comprendida por él, razón suficiente para que el pequeño no ofrezca respuestas verbales y tampoco comportamentales ante su requerimiento por parte de los adultos

Más adelante, en el momento en que la regla se entiende, la respuesta del infante se caracteriza por una negación a realizar los ordenamientos que la cultura implementa sobre él, ejecutando acciones asociadas con un desafío constante a la autoridad. El pequeño da negativas a los requerimientos del adulto de forma verbal aunque en algunas ocasiones implementa lo demandado por él.

Este paso se encuentra dado por la incongruencia entre el decir y el hacer del niño. En este punto, el pequeño ha comprendido las cosas que los padres demandan y ha aceptado racionalmente que otro, quien dicta la ley, representa el ordenamiento social, por lo cual debe ser obedecido. Sin embargo, todavía no existe la aceptación a nivel emocional, generando comunicaciones con negaciones.

Expresiones sin pensar que el niño hombre manifiesta ante cualquier ley que se exige cumplir, inclusive cuando este direccionamiento proviene de su propia madre. Automatismos del menor que significarían su interés muy profundo por continuar con su mundo egocéntrico, la relación muy cercana con su madre y el desinterés en adaptarse a un ordenamiento cultural.

Una de las posibles interpretaciones ante este fenómeno, podría ser que el niño aún tiene deseos de matar a su propio padre –sacarlo de la dinámica relacional con su madre para retomar el vínculo fusional con ella-, tal como se esclareció en el escrito anterior, pero todavía no siente remordimiento por ello. Al no presentar esta culpa, todavía lo reta por medio del discurso plagado de “noes” y no lo imita frecuentemente.

Con este accionar de su hijo hombre, las madres requieren estar pendiente de sus reacciones para no reforzar positivamente estas conductas –reforzamiento por medio de sonrisas, abrazos y besos o verbalizaciones alegres tipo “como se creció mi bebé” o “Ya eres un niño muy independiente”-.

Adicionalmente, las madres necesitan exigirle a su hijo que cumpla los lineamientos que fueron acordados por papá y mamá, realzando la importancia de la figura paterna como pareja de la madre y como padre del hijo, dándole, de esta manera, mayor importancia al padre en la mente de su pequeño, cuyo objetivo es incentivar la imitación de sus conductas y desarrollar la culpa por el deseo del niño acerca que el adulto no sea participe del vínculo afectivo entre madre e hijo.

Por el lado del padre, él ha de aceptar que la verbalización de los “noes” en su hijo hace parte normal tanto del proceso de independencia como el de interiorización de la autoridad e identificación con él como figura paterna, por lo cual proseguirá este camino con firmeza, paciencia, sin ejercer actos de maltrato, y teniendo actitudes continentes que incentiven la reflexión en su hijo acerca de sus constantes negativas.

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