La dinámica de pareja o colusión dominante-sumiso se caracteriza porque un miembro de la pareja pierde la autonomía con respecto al otro miembro. El miembro dominante tiene un control desmedido, por lo cual existe una necesidad de dominio y sometimiento del otro, minimizando su actividad lo más que se pueda. A su vez, el otro experimenta placer con este accionar dominante de su compañero.
El miembro dominante desea controlar constantemente a su pareja pero debido a su rigidez, fracasa algunas veces. En la familia y en la pareja, exigen la adhesión incondicional del otro pero no se siente obligado a la reciprocidad. Este sujeto también exige de su pareja explicaciones constantes de todo lo que hace y pretende tener la razón en la totalidad de las ocasiones.
Por otra parte, la persona sumisa o pasiva no ofrece resistencia ante su pareja controladora, dejando toda la responsabilidad de la relación en el cónyuge. Sin embargo, domina al otro dejándose dominar por él, eludiendo, de forma disimulada, la exigencia que el otro querría tener sobre él.
El acuerdo inconsciente de dominancia-sumisión se puede observar claramente en las parejas que han logrado un convenio en el cual uno de los dos –generalmente el hombre- laborará en actividades remuneradas, mientras la otra persona –casi siempre la mujer- se quedará en el hogar atendiendo los asuntos relacionados con los hijos y con la organización del casa.
En este caso, la persona dominante o que siente que lo hace, ejecuta estos comportamientos basados en el poder que otorga ser el único proveedor económico del hogar, de tal manera, él se siente con el derecho de tomar las decisiones transcendentales tanto de la relación como de los hijos, manejar el dinero y tener control sobre su pareja.
Por otra parte, el sumiso acepta quedarse en el hogar implementando las labores domésticas y cuidando a los hijos, jugando con su pareja a dejarse aparentemente manipular. Sin embargo, esta persona dócil tiene capacidad de controlar al miembro dominante con sus descendientes, puesto que comparte con ellos mucha cantidad de tiempo y por ende mayores vínculos afectivos.
Igualmente, el sumiso puede manipular a su pareja en cuestiones referentes a negarle la posibilidad de una relación sexual entre ellos, hasta que el dominante ceda y ejecute la acción que su compañero/a desea. De esta forma es capaz de dominar al dominado.
Es tanta la disfuncionalidad de esta dinámica de pareja, que la parte sumisa, algunas veces, se puede sentir cansada de cumplir su papel e intenta deshacerse de aquello en lo cual se ha convertido, ejecutando acciones contra su compañero sentimental a sus espaldas –infidelidad, intento de búsqueda de trabajos remunerados….-.
Una dinámica de pareja dominante-sumiso en esta época, se relaciona mucho a que los dos miembros quieren dar características similares de su vínculo afectivo con el de sus padres, quienes existieron en un instante en que culturalmente la mujer no trabajaba en actividades remuneradas, realizaba las labores del hogar y crianza de los hijos de manera sumisa.
Es tanta la identificación con sus figuras parentales y la necesidad de ella –identificación-, que los hijos, ahora con un lazo de pareja, emulan esta dinámica dominante-sumiso, sin tener un sentido crítico que permita construir su verdad y darle una connotación propia a sus vivencias como colectivo.
La no construcción de algo particular puede ocasionar que el sujeto sumiso no se sienta a gusto con su desenvolvimiento dentro de la pareja, y pretenda desviarse, en pequeñas ocasiones, de aquello pactado con su pareja para implementar acciones que están en contravía de la funcionalidad del colectivo.