
Cerca de la edad de los nueve años, el niño/a comienza a verse diferente a raíz de las transformaciones en su cuerpo que se dan gracias a la actuación de las hormonas sexuales. Modificaciones corporales que producen efectos emocionales debido que los menores se perciben en el espejo como alguien extraño con el cual no se reconocen ni se identifican.
En este punto, los cambios psicológicos no se hacen esperar, algo que se traduce en comportamientos de desconocimiento de este proceso de maduración natural. El pre adolescente niega su nuevo yo, rechazando su crecimiento, y por ende, generando acciones de niño pequeño, que parecen reforzadas, dando la sensación que está aparentando algo que no es.
Finalizado esta etapa de negación, el pre adolescente, algunos en la edad de adolescencia, conciben que estos cambios corporales no se pueden detener pero sienten rabia por los beneficios de la infancia que piensan van a perder con su desarrollo, y sienten miedo por las consecuencias hacia el futuro de significarse como adolescente ante la familia, instituciones educativas y la sociedad en general.
Sentimientos negativos que producen ambivalencias con los adultos expresadas en su deseo de independencia hacia ellos pero al poco tiempo exigiendo su atención constante. Esta ambivalencia también se puede observar en el rechazo a su cuerpo cambiante -verbalizando que no están atractivo/as y que se sienten en un cuerpo raro- pero al mismo tiempo mostrando signos de cuidados hacia este cuerpo rechazado –aplicación de cremas, lociones, afeitados o haciendo actividades para mejorar la apariencia como gimnasio o la realización de algún tipo de deporte-.
De esta forma, los cambios corporales y las trasformaciones psicológicas encaminadas a la aceptación de su nuevo yo, que denota el desarrollo de comportamientos para la búsqueda de identidad y de lugar en el mundo, es una negociación que se lleva a cabo sobre los aspectos positivos y los aspectos negativos de crecer y superar la etapa de infancia.
Esta negociación ocurre a un nivel racional, algo que se aleja de la esfera emocional y no la ha tenido en cuenta. Sin embargo, esta esfera no se puede reprimir en esta edad debido que las hormonas sexuales tienen grandes consecuencias en los afectos y emociones, especialmente en la exteriorización de estos.
Por esta razón y ayudado por el efecto de dichas hormonas, los adolescentes tienen muy alto nivel de sensibilidad y pueden sentir mucha tristeza, rabia, melancolía y dolor ante cualquier cosa, algo que pueden expresar a través del llanto, comportamientos agresivos o conductas disfuncionales como consumo de sustancias psicoactivas.
Estos estados afectivos negativos están relacionados con la pérdida del yo infantil y la incertidumbre por el futuro yo adulto, el cual se supone que tiene que ser independiente de sus figuras parentales y tiene que destacarse en determinada actividad.
Preocupaciones sobre muchos aspectos en los cuales se necesita re definir su mundo, aspectos que no son capaces de compartir con algún adulto cercano puesto que dichos adultos representan el orden parental, del cual están queriendo escapar para lograr su independencia.
Tras expresar sus sentimientos negativos por la pérdida del yo infantil, el sujeto acepta que ser adolescente es distinto a ser niño, y que es un periodo en el cual existen mayores beneficios pero también debe existir mayores responsabilidades asociadas a saber cómo manejar sus libertades, sin descuidar sus deberes o los comportamientos éticos que han adquirido tanto de su familia como de la institución educativa.