Desde el momento en que el ser humano se estableció en comunidades con el objetivo de protección ante los ataques de otras especies mejor dotadas biológicamente –más rápidas, más poderosas etc-, estas comunidades requirieron para su desarrollo, la creación e implementación de normatividades que coartaran las libertades individuales para beneficiar al colectivo.
Tal como ocurre en la sociedad macro, la familia como sociedad micro, también necesita tener normatividades para su crecimiento. Leyes que, lo mismo que en la sociedad, procuran que los sujetos tengan las capacidades para posponer la realización de sus deseos hasta que el colectivo lo permita, o transformar este deseo hacia actividades productivas y que no generen daño al grupo.
Desde esta concepción, el individuo para hacer parte de la familia y de la sociedad, de una manera funcional, necesita renunciar a ciertos placeres o satisfacciones de carácter plenamente personal. Al realizar esto, el ser humano siente que él no forma una unidad con el mundo, razón por la cual se siente en falta, o dicho de otra manera, como ser faltante.
Sin embargo y a pesar que la falta, o sentirse en falta, es algo estructural en el ser humano puesto que permite que él se desenvuelva adecuadamente en una sociedad, no siempre ha sido de esa manera. En efecto, durante los ocho o nueve primeros meses de edad, él bebé se ha sentido completo puesto que tiene un vínculo totalitario con el mundo.
Antes del primer año de existencia, el mundo del bebé es su madre, con quien tiene una relación fusional que le permite sobrevivir a expensas de otro –figura materna-, mientras él –el bebe- deja de ser tan inmaduro a nivel neurológico y a nivel del desarrollo de sus sentidos.
Tras el primer año del infante, un tercero irrumpe la relación fusional entre madre e hijo. Tercero que puede ser el padre, el abuelo, el tío o un amigo de la madre, quien comienza a mostrarle el mundo bajo otra perspectiva. Una pespectiva acerca que él tiene su propia individualidad, algo que difiere de las peculiaridades o características de otras personas o cosas.
El hecho que el niño/a reconozca la distinción, significa que su actuar se debe acomodar a unas normas sociales que debe interiorizar, comprendiendo que es una persona faltante, que se debe separar paulatinamente de su madre para involucrarse con otras personas u otros conocimientos.
Este proceso de percibirse como un ser que debe cumplir mandatos sociales por lo cual tiene que posponer la satisfacción de sus deseos, lo mismo que el proceso por sentirse alguien unico y diferente de los demás, es una camino que puede durar hasta los siete u ocho años de edad.
Camino que en caso de darse de manera efectiva, provocará que el individuo interiorice que es un ser en falta, por lo cual las actividades de su diario vivir o sus elecciones de vida, no estarán ligadas a conseguir la completud, puesto que esta es imposible, sino que estarán asociadas en lograr la satisfacción de sus actos, acordes con los lineamientos culturales, utilizando esa falta para el mejoramiento de su rendimiento o de sus vínculos afectivos.
Por el contrario, las personas que no son capaces de interiorizar que están en falta, realizan comportamientos para llenar ese vacío y volver a la relación fusional que alguna vez tuvieron o anhelan haber tenido con su madre. Muchas de estas conductas pueden ser transgrediendo la ley -asesinar a la pareja por haber sido infiel-.
Las personas que no aceptan la falta, pueden tener inconvenientes para las separaciones, problemas para tolerar las frustraciones, cumplimiento de normatividades, conductas egocéntricas y algunos otros comportamientos que denotan dificultad para la simbolización.
La poca capacidad emocional del sujeto para aceptar que es un ser faltante, es una situación que puede darse por una educación laxa y/o con pocas limitaciones, algo que no permitió la formación de habilidades emocionales para aceptar y enfrentar que no es una totalidad con el mundo, por lo cual necesita aprender a posponer su deseo o transformarlo hacia fines socialmente aceptados.
