El vacío estructural del ser humano en la mediana edad se satisface con la religión.

Ciertos estudios realizados en el país de Estados Unidos, señalan que los individuos de mediana edad son más religiosos que los adultos mayores. Algunas explicaciones de estos resultados pueden ser que existen mayor cantidad de organizaciones vinculadas  alrededor de la creencia en alguna deidad en el presente, lo cual posibilita la afiliación y compromiso religioso con alto predominio de intensidad.

La religión permite que el ser humano llene el vacío estructural que tiene. Vacío que determina al individuo desde su nacimiento pero que se ha desarrollado con mayor fuerza en la mediana edad debido a las diversas crisis que se producen en esta época, en las cuales una de sus consecuencias es percibir la muerte como algo cercano, y no como una posibilidad remota.

Este vacío estructural es una consecuencia que ocurre debido que el individuo pertenece a una cultura que le exige el cumplimiento de ciertas normatividades, incluida la separación del vínculo fusional con su madre. Leyes que posibilitan la vida en comunidad e imposibilitan la realización de deseos individuales –sexualidad sin restricciones, agresividad sin limites..- que se encuentren en contravía de una sana convivencia.

Dicho vacío también se encuentra delimitado por una arista consistente en la necesidad del sujeto por conocer que existe más allá de. Desconocimiento que es un agravio contra su narcisismo, el cual fue perdido por primera vez cuando la madre prefirió a su pareja sobre su hijo.

Los vacíos que tiene el ser humano, producen sensaciones y sentimientos de falta y de incompletud, los cuales ocasionan bastante malestar al sistema de pensamiento. Malestar que no se puede tolerar en la medida en que el estado ideal es el de total tranquilidad, tal como ocurrió en el vínculo fusional con la madre durante el embarazo y los primeros meses de vida del bebé.  

Estos vacíos son estructurales puesto que se crean en el camino que el bebé se inscribe, en la relación con sus padres, dentro una cultura y un lenguaje. Empero, la persona siente que estos agujeros pueden desaparecer en el vínculo con una deidad imaginaria, estableciendo con ella una relación fusional en el cual ese “ser superior” se concibe como parte de sí mismo –dios esta dentro de ti-, al mismo tiempo que se define como aquel que permite que los deseos se cumplan, lo mismo que aquel que da normatividad, protección, tranquilidad….

La necesidad  de creer en una deidad y desarrollar  la relación simbiótica con ella cobra mayor significado a partir de los cuarenta años puesto que en esta edad se producen diversas crisis asociadas con la mismisidad, existen emociones displacenteras –enojo, tristeza, rabia…- por las acciones proyectadas o soñadas que no se pudieron ejecutar, y el individuo concibe la muerte de forma cercana debido al fallecimiento, las enfermedades terminales o degenerativas de sus propios padres, y a sus propios cambios físicos que denotan el comienzo de la senectud.

El adulto de mediana edad no acepta sus incompletudes, especialmente las actuales, como algo natural del sujeto social, pretendiendo llenar este vacío, así como anular los malestares emocionales que deja, con la convicción de la existencia de la deidad y la agrupación a determinado grupo religioso para su adoración, la implementación de rituales, dar agradecimientos, hacer peticiones…

Acciones que esta ejecutando hacia alguien externo –la deidad- puesto que no admite que aquello que impulsa a mejorar en las relaciones consigo mismo y con los demás mediante el cumplimiento de las normas de convivencia, son conceptos interiorizados de acuerdo a sus vínculos afectivos dados en la primera infancia.

Adicional a esto, dichas acciones estimulan la idea que su deidad puede acabar con la intranquilidad producto del no saber, especialmente después de la muerte, sin tomar en cuenta que este estado de perturbación es el que impulsa al ser humano a la búsqueda de respuestas por sí mismo, mediante procesos introspectivos y/o terapéuticos, o búsqueda de respuestas mediante acuerdos intersubjetivos con otros.

De esta forma, el adulto de mediana edad que ante su vacío estructural, explicado por las crisis de los cuarenta y por su interacción con la muerte real, decide acudir por primera vez o incrementar su ligazón con las deidades y con la religión, encuentra en ellas una falsa completud que le impide desarrollarse más a nivel cognitivo, emocional, relacional, adaptativo por sí mismo, dándole este poder a una entidad externa.

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