Formación de la competencia de automotivación en los niños.

La auto-motivación es la capacidad de motivarse a sí mismo, o sea la potencialidad que utiliza el sujeto para conseguir el impulso que permita desarrollar sus propias metas u objetivos. Esta automotivación depende de dos variables, las cuales son orientación motivacional y la expectativa motivacional.

La orientación motivacional contiene las necesidades, los intereses y los motivos que tiene el sujeto para movilizarse, mientras que la expectativa motivacional se refiere a la representación anticipada intencional, que la persona tiene sobre su actuación y sus resultados futuros.

En cuanto a la orientación motivacional, esta comienza su formación desde que el niño se encuentra dentro del vientre de su madre, puesto que los padres se hacen determinadas expectativas sobre su hijo, las cuales verbalizan entre ellos y a la familia, significando al nuevo miembro de la familia con características particulares.

Durante los primeros meses de vida, la relación funcional del niño con su madre, permitirá que el pequeño confíe en ella puesto que satisface sus necesidades –afecto, abrigo, alimentación, sueño..-, pero al mismo tiempo exige en el menor el cumplimiento de ciertas normas, lo mismo que la implementación de un distanciamiento paulatino que permita explorar su ambiente cercano y las personas allegadas, logrando percatarse de sus intereses primarios.

Camino que, tras cumplir el primer año, es complementado y ampliado por el padre, quien, para desarrollar una separación saludable de la relación fusional del hijo con su madre, necesita alejar al menor del ambiente de su seno materno e introducirlo en el conocimiento de otras realidades, personas y distintas formas tanto de pensar como de comportarse.

A mayores experiencias y conocimientos, el niño tendrá mayores posibilidades en explorar sus mismisidad y encaminar sus acciones hacia sus propios intereses motivacionales, los cuales inicialmente son los de los padres puesto que ejecutando ciertas acciones, algunos hijos fantasean y otros sienten que logran la atención y el beneplácito de los mayores.

Muchas figuras parentales no se dan cuenta de esto e impulsan a su hijo a sus propios intereses, por lo cual el pequeño no se da la oportunidad de indagar sobre sus particularidades y de ser consciente de sus ganancias internas al ejecutar cierto accionar.

Por el contrario, otras figuras parentales permiten y facilitan que los menores investiguen sus propias motivaciones, introduciéndolos en distintas actividades con variados grupos, por lo cual su aprobación no se encuentra vinculada con una práctica específica.

El descubrimiento de las orientaciones motivacionales también se encuentra asociado al seguimiento que los padres realicen de las actividades académicas –tareas, reuniones escolares-, las interacciones con sus amigos, socializaciones cotidianas con sus hijos…

En cuanto a la expectativa motivacional, esta depende de la interacción del conocimiento que el sujeto tenga de sí mismo –fortalezas, debilidades, control emocional…- con su deseo, de tal manera que la expectativa motivacional crece en la medida que los intereses se integren con las fortalezas, mientras que decrece cuando los intereses se ligan a debilidades.

Las fortalezas son el resultado de la estimulación que los adultos proporcionen a su hijo, desde muy pequeño, para la profundización y la práctica disciplinada de sus motivaciones. Incentivación que se produce por el acompañamiento a esas actividades, comportamientos de reconocimiento con sus esfuerzo, acción de congratulación y enorgullecimiento con sus éxitos y de contención de emociones displacenteras –odio, rabia, tristeza..- en caso de resultados negativos.

Adicionalmente, las figuras parentales necesitan manifestar una actitud y actos continentes con los afectos de su hijo cuando las fortalezas no se pueden desarrollar   con la magnitud que el menor desea, debido a escasas aptitudes –capacidad y destreza natural  que una persona tiene para el desarrollo y óptimo desempeño de una actividad-.

Dichos comportamientos de los padres, puede originar que su hijo acepte ciertas limitaciones de habilidades en capacidades que tenga en relación a los demás o en relación al alto rendimiento que quiera alcanzar, e intente repararla con mayores esfuerzos hacia la actividad motivante, asimilando emocionalmente que existe rendimientos a los cuales no podrá llegar.

Enseñando y permitiendo que su hijo ejecute la integración de orientación motivacional con las expectativas de este tipo –motivacionales-, el hijo entenderá que la auto-motivación es el camino que lo conduce a encontrar su deseo, y por ende, su mismisidad, y no ser significada como aquella competencia que permite únicamente conseguir el reconocimiento de los demás.

El hecho que los padres logren que su hijo interiorice la competencia de automotivación, también requiere que esta se vea reflejada en los comportamientos cotidianos de ellos, sea en los aspectos concernientes a su trabajo o en aquellos temas relacionados con su vida en pareja o sus actividades en el tiempo libre.

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