Hijos demasiado deseados.

Existen algunas personas que tienen un muy alto deseo por tener un hijo, tanto así que se preocupan demasiado por concebirlo y no se interesan por el desarrollo de condiciones psicosociales saludables dentro del núcleo familiar, que promuevan un crecimiento emocional estructurado de ese nuevo miembro de la familia.

Explorando más a fondo la emocionalidad de estos nuevos papas, se puede encontrar que otorgarle tanta significancia a su hijo, se encuentra asociado al logro de beneficios individuales y no al hecho de ofrecer amor a otro ser o la obtención de satisfacción con su proceso de formación.

Desde el momento en que esta dentro del cuerpo de su madre, el hijo es denotado por superlativos -alguien quien salvara la convivencia o matrimonio, alguien quien permitirá que los padres se motiven para la vida, alguien por el cual el papa dejara de ser alcohólico, un ser mágico que permitirá cambiar la suerte de la familia….-.

Estos superlativos no dejan de ocurrir en el momento del nacimiento, antes por el contrario se acentúan más. Estas verbalizaciones disfuncionales hacia el hijo, son acompañadas de comportamientos poco sanos en los cuales se sobredimensiona su presencia, existe demasiada laxitud a acciones, poco control de sus emociones.

De esta forma, los hijos se perciben como iguales o más importantes que sus padres y que los demás adultos, destruyendo las líneas de autoridad funcionales –padres, tíos, abuelos..-, por lo cual su palabra o sus deseos se convierten en mandatos para los demás. En estos casos, el niño es el pequeño emperadorcito.

Adicionalmente, darle tan demasiada importancia al menor es cargarlo con cantidades de afectos y representaciones que el niño, por su inmadurez afectiva y cognitiva, no será capaz de manejar, y como consecuencia, generará conductas disfuncionales.

Los padres de niños demasiados deseados consideran a su hijo como aquel que llena el vacío de su existencia, haciéndolo imprescindible. El niño será alguien que permitirá a sus padres no sentir falta y tener un sentimiento de unión constante tanto con el mundo, con la familia y con ellos mismos como personas.

El hijo es considerado un milagro para sus propios padres, alguien con quien sienten una tranquilidad interna de mucha magnitud, lo cual genera que den al menor un trato inadecuado referente al ser el salvador y el único motivante de su vida.

Vínculo inadecuado con su descendiente asociado con lo que los padres sienten subjetivamente que el menor produce, dejando a un lado la función de involucrarlo sanamente en un orden social, con el objetivo que se pueda adaptar a los distintos entornos en los cuales formara parte, desarrollando un nivel de lenguaje óptimo para ese fin.

Al dejar a un lado esta función,  el niño podrá adquirir algunas competencias blandas pero estas no tendrán la fuerza necesaria para convertirse en fortalezas que lo distingan de los demás, permitiendo la solución de conflictos tanto consigo mismo como con su medio ambiente.

En estas circunstancias, el hijo tampoco puede direccionar el camino para la estructuración de su autoestima puesto que la demasiada carga emocional que los padres ponen en él, impide que tenga motivaciones por sí mismo, y se sienta necesitado para la consecución de objetivos.

Niños que al no ser formados por sus padres en vínculos afectivos y procesos adaptativos funcionales,  pueden caer en la trampa, en el maltrato y en comportamientos anti-éticos en casos extremos, o pueden, en los casos menos exagerados, carecer de habilidades para resolver sus propias situaciones conflictivas.

Cuando los sujetos sienten que desean tanto ser padres que esto puede alterar la formación funcional de su hijo, los adultos necesitan asistir a un proceso terapéutico que les ayude a descubrir cuáles ganancias tienen al ser o convertirse en padre o madre, y los vacíos emocionales individuales que esta llenando o quiere llenar con el descendiente

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