Impulsividad en una de las identidades del trastorno de identidad disociativa.

El trastorno de identidad disociativa, según algunos autores, tiene su origen en las situaciones de abuso reiterado y con alta intensidad de contenido emocional puesto que han sido cometidas por familiares muy cercanos, involucrando de esta forma conductas incestuosas.

Estos familiares son odiados por sus acciones aberrantes, pero al mismo tiempo son queridos en la medida que representan cariño, contención y satisfacción de necesidades –alimentación, abrigo, afecto..-. A pesar del daño que han causado, el menor los valora puesto que en ciertas ocasiones han tenido actos positivos hacia él.

Además de lo anterior, para que estos sujetos hayan llegado hasta el punto tan desequilibrante de fragmentar su personalidad, las situaciones de abuso debieron comenzarse y ser repetitivas antes que el niño pudiera estructurar el lenguaje, por lo cual estas memorias emocionales traumáticas fueron depositadas en el sistema límbico.

Epoca en que los niños tiene un desarrollo cognitivo insuficiente por lo cual no tienen los elementos indispensables para analizar que las situaciones de abuso, aunque estén acompañadas de demostraciones de afectos, contención y formación posteriores, son actos éticamente reprochables y que merecen el desamor individual y la condena social

El sistema límbico es un lugar inaccesible al conjunto linguistico, en el cual se relaciona constantemente significantes con significado, exceptuando que exista una asociación libre orientada por un profesional de la salud mental –el sistema límbico es más primitivo y se encuentra debajo, en la estructura cerebral, del neocortex, parte que maneja el lenguaje-, único modo en que las emociones y la memoria emocional pueden acceder al conocimiento expresados en palabras.

El abuso incestuoso, infantil y repetitivo, causa memorias emocionales tan traumáticas que la represión no ejecuta su labor adecuadamente, por lo cual toma forma una identidad irreflexiva e inconsciente, la cual tiene la capacidad de manejar momentáneamente el pensamiento y el comportamiento del individuo, y también permite que las otras personalidades no se den cuenta de su accionar.

La identidad impulsiva maneja la parte de la sexualidad, lo mismo que tiene bastantes dificultades para el control de impulsos. Cuando se encuentra en esta fase, el individuo es más propenso a los abusos de sustancias, comportamientos suicidas, episodios de automutilación, acciones antisociales, entre otras.

Al manejar el tema de la sexualidad, se podría inferir que es la identidad que ha sufrido las consecuencias de los abusos por lo cual puede tener las reacciones que ocurren en el trastorno de estrés postraumático, caracterizados por desordenes emocionales graves y duraderos.

Los sujetos que tienen este tipo de trastorno, vuelven a experimentar el acontecimiento, y las sensaciones de temor, desamparo y horror, a través de recuerdos y pesadillas que pueden ser recurrentes, y de toda clase de estímulos internos o externos que simbolizan o recuerden un aspecto del acontecimiento traumático.

La presentación de la vivencia traumática, en un tiempo posterior, ocurre a pesar que las víctimas evitan cualquier situación o cosa que les recuerde el trauma, manifestando abiertamente una restricción al tema, insensibilidad ante las sensaciones dolorosas que produjo dicha situación o incapacidad para recordar especificidades del acontecimiento.

La reactivación del trauma en un periodo futuro al cual se presentó, puede traer otras consecuencias relacionadas con la sobre activación habitual del sistema nervioso, facilidad para conseguir sensaciones negativas como el susto, miedo, rabia o tristeza.

Las consecuencias del estrés postraumático también pueden darse por los esfuerzos por evitar actividades, lugares o personas que motiven recuerdos del trauma, reducción del interés por participar en actividades significativas, situación de desapego frente a los demás, restricción de la vida afectiva, sensación de un futuro desolador.

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