
La incompatibilidad de caracteres, según el diccionario panhispánico del español jurídico, es la imposibilidad de dos personas de mantener una relación mutua en cierta armonía y respeto. Esta definición se basa en la sentencia de la Rota Romana, la cual fue desarrollada en el año de 1975.
Muchas ex parejas esgrimen este argumento para su terminación, después de haber funcionado como colectivo un número determinado de años, algunos de ellos en convivencia. Esta gran cantidad de tiempo origina el cuestionamiento acerca de las razones por las cuales los supuestos rasgos irreconciliables permitieron la formación de la pareja y el desarrollo funcional de esta en ciertos momentos.
Desde mi experiencia, este repentino antagonismo de caracteres es la consecuencia de un vínculo afectivo que comenzó funcional con una etapa de enamoramiento, pero que no fue capaz de soportar la dinámica que ocurre tras finalizar este, o sea cuando se concibe a la otra persona mediante la integración de sus aspectos tanto positivos como negativos.
El enamoramiento es la primera etapa del amor de pareja. Tiempo en que los dos miembros están absortos con la presencia de la otra persona o con solo el pensamiento alrededor de ella. Lapso en que la variable tiempo es un espejismo, puesto que los instantes sin el objeto amado se vuelven eternos mientras que los instantes en que están juntos pasan de forma muy acelerada.
Aunque esta realidad del enamoramiento deja la sensación que es algo altruista puesto que los pensamientos, sentimientos y acciones están encaminados hacia otra persona, esto es solo apariencia. El trasfondo de este enamoramiento se encuentra asociado con una lectura parcial del objeto de amor.
Lectura producida por los propios ideales del sujeto. El individuo prefiere no valorar en un comienzo a la otra persona tal cual es sino que la valora en la medida que satisfaga sus expectativas y anhelos, por lo cual este primer acercamiento a su pareja, tiene connotaciones totalmente narcisistas.
Adicionalmente, el enamoramiento asemeja a una situación en que los dos miembros se quieren fusionar uno del otro, sin separación, tal como ocurrió en el vínculo afectivo del hijo/a con su madre durante el primer año de vida. Vinculo caracterizado por algo totalitario y dependiente el uno del otro, sin distanciamiento.
Igual que el bebé, el adulto enamorado solo se conforma con contemplar y admirar las partes “buenas” de su objeto de amor, que en definitiva resulta siendo sus ideales construidos con base en esa madre o primer objeto de amor, como se dijo anteriormente.
Algunas parejas o algunos miembros, se quedan en la etapa del enamoramiento, no pudiendo visualizar a su pareja de manera total sino parcial, fenómeno que se puede dar por su dificultad para dejar su pensamiento narcisista, problemas para manejar las frustraciones, ineficaz enfrentamiento de situaciones conflictivas.
El hecho que los dos miembros de la pareja o alguno de ellos, se quede fijado en la etapa del enamoramiento, implica que no tendrá el deseo y la necesidad de conocer a su pareja de manera total, algo que puede provocar una gran sorpresa en ciertos momentos.
Momentos traumáticos dentro de la pareja como infidelidad, problemas ocasionados por las conductas adictivas de la pareja –alcoholismo, drogadicción, juego-, violencia, comportamientos por fuera de la ley –trampas, robos, homicidios, comercialización de sustancias estupefacientes- por parte de la otra persona, no se pudieron descubrir antes que las dos personas se cimentarán como unión ante la sociedad –noviazgo, matrimonio, convivencia- debido a su incapacidad emocional para observar al otro de forma total, mirando solo aquellas cosas que deseaba,
De igual manera, el inconveniente que las parejas no puedan superar el periodo del enamoramiento, tiene relación con que no se dieron cuenta de su dificultad para la solución de problemas, toma de decisiones, comunicación asertiva y su incompatibilidad en rasgos de personalidad para desarrollar un equipo de trabajo.
Finalizado el enamoramiento, los miembros de la pareja se observan objetivamente, disgustándose con aquellos aspectos que perciben de la otra persona, diferentes a sus motivaciones o fantasías. Tal es el rechazo de la “nueva pareja” que provoca que ella pase de la idealización a la denigración.
Denigración que se convierte en odio, y por ende, en el nulo deseo para significar al objeto amado como una asociación de significaciones “buenas” y significaciones “malas”, siendo estas últimas muy inferiores en cantidad y en intensidad a la primeras.
La dificultad para conocer al otro desde sus particularidades y no desde las fantasías propias, puede ser consecuencia del poco interés que se ha tenido durante el vínculo afectivo para explorar a su pareja y escasa motivación para intentar la integración de sus rasgos positivos y negativos.
Esta forma de relacionarse con la pareja –mediante la idealización y denigración constantes- tiene su origen en unos afectos disfuncionales del individuo con su figura materna, en la cual la madre no permitió que su hijo la significara con bastantes cosas buenas pero también algunas otras negativas o displacenteras para el pequeño –primeras normatividades-.