
Desde el momento en que la madre se da cuenta que esta en estado de embarazo, ella asume determinadas emociones y comportamientos, los cuales en sus extremos se refieren a felicidad plena y máximo cuidado, o tristeza por la noticia del embarazo y nula preocupación por la nueva condición.
En esta última situación se pueden presentar los abortos motivados o aquellos que se producen casualmente, o también puede darse una resistencia moral a abortar con la consecuente terminación del embarazo, trasmitiéndole al hijo, durante los nueve meses, emociones negativas de rechazo, rabia..
La conexión que existe a todo nivel entre madre y feto, permite inferir que las vivencias y emociones de la madre son sentidas por su hijo dentro del vientre. Comunicación que se profundiza en la medida en que exista un mayor crecimiento.
Lo positivo de la madre es sentido como generador de placer, bienestar y tranquilidad en su hijo, por lo tanto ella es sentida como buena. Por el contrario, las experiencias y formas nocivas de procesar la información –pensamientos, sentimientos…- producen en el feto intranquilidad, emociones negativas…, por lo cual ella es interpretada como mala.
Con base en las interacciones externas o internas –incluyendo claro esta con su propio hijo- que tiene la madre durante el embarazo, y su introspección alrededor de estas vivencias, el bebé nacerá significándola con determinada cantidad tanto de bondad como de maldad.
A partir de su nacimiento, la representación de madre buena y la madre mala se nutre en el niño de acuerdo al vínculo emocional que existe entre los dos como seres biológicamente independientes, aunque psicológicamente no lo sean, y este se convierta en un objetivo a mediano y largo plazo.
Adicionalmente, la imagen de madre buena y madre mala esta determinada por la posición que toma el bebé ante la envidia que siente con respecto a su madre puesto que ella se nota tranquila y equilibrada después de la separación producto del nacimiento.
Posición que va de acuerdo con la satisfacción del hambre al chupar seno, y con las características de la interacción entre los dos durante esta función, algo que se puede ampliar cuando comparten tiempo antes de dormir, juegos, paseos, movimientos…
El concepto de madre buena necesita estar estructurado para que pueda diferenciar, soportar y reponerse a las significaciones de madre mala. Al ser capaz de lograr esto, la significación de madre mala no tendrá tanta intensidad como para transformarse en odio con los consecuentes impulsos destructivos, que se pueden exteriorizar con conductas de voracidad hacia el seno.
Fuera de los impulsos destructivos hacia la madre, otro vínculo patológico que se puede presentar, entre ella y su hijo, se refiere a la la idealización. En este caso, los conceptos de bueno y malo se encuentran demasiado cerca, no habiendo lugar para la diferenciación, con el consecuente movimiento constante entre idealización y odio.
En la medida en que la madre tenga vínculos afectivos funcionales con su hijo, él pequeño puede estructurar la significación de madre buena, y con ello integrar este concepto con el de la madre mala, lo cual le permitirá la elaboración de una madre real, y no idealizada u odiada.
Vínculos afectivos dados por una función contenedora de las emociones pero también con la ejecución de diversas normatividades, el desarrollo del proceso de ausencia-presencia, la facilitación de la entrada de un otro para el rompimiento de la relación fusional entre madre e hijo, la cooperación con el padre en formación de competencias blandas…
Cómo lograr que una hija tenga una elaboración real de su madre si está última tiene a la suya idealizada?