
Una idea delirante, según el psiquiatra español Cabeleiro Goas, se caracteriza por 1) Pérdida del juicio de realidad o de la capacidad de discernir entre lo real y lo irreal. 2) Contenido casi siempre imposible o irreal. 3) Se convierte en el eje de la vida. 4) Representa una ruptura con la realidad. 5) El delirio se muestra inmodificable. No se modifica por ninguna influencia externa ni por ningún razonamiento
Por otro lado, los milagros, según las personas creyentes, son situaciones, fenómenos o acciones que no se pueden explicar a partir de los principios naturales, y que por lo tanto, son imputados a la participación de una entidad divina. Los milagros se pueden clasificar en cuatro grupos: Curaciones, exorcismos, resurrección de los muertos y el control de la naturaleza.
Tanto la creencia en milagros como las ideas delirantes se relacionan íntimamente en la medida que ambas no se pueden explicar de manera objetiva o por leyes científicas, generando una creencia irreal, ligada totalmente al deseo y no a la realidad.
Deseo de sentirse especial por ser benefactor o por presenciar aquella obra “divina”, lo cual permite a la persona creer que es alguien elegido por su dios para la realización de cierta obra celestial. De esta forma, la vida de aquel “bendecido” solo cobra propósito por el milagro, que como su definición lo afirma, necesita permanecer inmodificable.
La creencia de ser testigo o protagonista de un milagro, vista desde lejos, puede representar una ruptura con la realidad de esa persona o colectivo, quien se apropian del milagro por pertenencia, pero también puede significar que ese individuo o grupo se esta desestructurando mental y/o emocionalmente, y esa es la única forma de tener contacto con la realidad.
Acerca de esta desestructuración, también se cuentan las personas o grupos que han inventado un milagro con el objetivo de acrecentar la fe en una masa que cada vez esta renuente a creer en las deidades y a sostener económicamente las iglesias.
De esta manera, el testigo, el protagonista o el creyente de este milagro, lo mismo que la persona que ora y que pide que se repita en él algún hecho sobrehumano, se siente especial, bendecido y en una relación totalitaria con su dios, similar a la relación fusional que tiene el niño con su madre en los primeros meses de vida –vínculo en que el bebé se siente un ser total con el adulto, por lo cual no existen diferencias-
Así como en este primer año de vida, en que el niño confía ciegamente en su figura materna, el adulto que cree en los milagros se siente enaltecido por hacer parte de esa “grandiosa distinción del todopoderoso” o sea de él mismo –por el sentido de totalidad-.
En este punto, la soberbia del ser humano impide que él tenga motivación por saber e impide que él tenga que aceptar su ignorancia por abordar el “milagro” desde el punto de vista objetivo, algo que le exige reconocer su incapacidad en el tema de conocimiento y lo puede estimular para la investigación de otras formas, que no se han tenido en cuenta para explicar dicha realidad, o puede estimular la revisión de los procesos anteriormente hechos, los cuales no pudieron interpretar el fenómeno aparentemente “milagroso”.