El consumo de sustancia psicoactivas, y/o las conductas adictivas, tal como se dijo en el escrito pasado, tiene como finalidad el desarrollo de una realidad extremadamente gratificante, sin limitaciones, la creación de una realidad fantaseada en la cual se puedan huir de las situaciones conflictivas o enfrentarlas de manera eficaz. Estos objetivos se encuentran íntimamente relacionados.
Propósitos que pueden significar el deseo que el sujeto sea uno con el entorno, no habiendo diferenciación ni conflicto, de manera que el deseo se convierta en una realidad y no haya un distanciamiento que implique problemas o situaciones que resolver.
Este sentimiento de ser uno con el mundo, también llamado sentimiento oceánico, es el mismo que tiene el bebé en los primeros meses de vida. Tiempo en que el niño/a siente que no tiene separación con su madre, quien es su todo, algo que asocia como que él –el bebé- y el mundo son una unidad.
Debido al efecto oceánico o totalitario que produce el consumo de las sustancias psicoactivas, se puede deducir que la persona que desea tener otra realidad, una realidad fantaseada a través del consumo y/o la adicción, esta queriendo repetir las vivencias fusionales que tuvo con su figura materna, o esta queriendo vivenciar un vínculo fusional que no tuvo pero que anhela.
Al conseguir el sentimiento oceánico gracias al efecto en el consumo y/o adicción de una sustancia psicoactiva, la cual actúa como una simulación de la madre, o más específicamente al pecho de su figura materna, el adicto se siente pleno y no tiene motivaciones para encaminar sus energías en la búsqueda proactiva de soluciones ante sus problemas.
A pesar que este consumo o adicción tiene como objetivo la repetición o el desarrollo de vivencias fusionales con su figura materna, este comportamiento también lo aleja de ella puesto que corresponde a algo prohibido por el ordenamiento familiar, y en muchas partes por el ordenamiento cultural. No probar sustancias psicoactivas, y mucho menos desarrollar adicción ante este tipo de sustancias.
Realizar algo prohibido por parte del consumidor o adicto, implica la no adquisición de una normatividad interna estructurada puesto que el sujeto estira esta ley cada vez que aumenta la frecuencia e intensidad en el consumo. De esta forma el consumo muestra el rechazo hacia los padres y hacía lo que ellos representan.
La no adquisición de una normatividad interna estructurada induce al análisis sobre problemas entre los padres referentes a trabajo en equipo puesto que estos padres tuvieron falencias en la separación con su hijo y en lograr que su hijo/a internalizara el concepto del deber ser.
El adicto no es consciente de esta ambivalencia entre rechazar a los padres y tener comportamientos para repetir o fantasear la relación fusional con ellos, especialmente con su madre. En la medida que él pueda aceptar y asimilar emocionalmente esta dualidad y lo que implica, podrá darle fin a estas acciones adictivas.
Al mismo tiempo, el deseo por consumir repetitivamente la sustancia, que al fin de cuentas es el deseo por tener un estado de placer absoluto y de cancelación del displacer, se va disminuyendo cuando el adicto internaliza el concepto que las vivencias humanas se caracterizan por conflictos y vacíos permanentes que se deben enfrentar con comportamientos proactivos, mediante la utilización de herramientas emocionales, y no con acciones de huida.