La discriminación se produce cuando las personas reciben un trato menos favorable que el proporcionado a los demás sujetos cuando se encuentran en una situación comparable solo porque forman parte, o se considera que pertenecen, a un determinado grupo o categoría de personas. Las personas pueden ser discriminadas debido a su edad, discapacidad, etnia, origen, creencias, raza, religión, sexo o género, orientación sexual, idioma, cultura….
La discriminación, que a menudo es el resultado de los prejuicios que tienen las personas, hace que la gente se sienta impotente, impide que se conviertan en ciudadanos activos y que participen en el desarrollo de sus habilidades y, en muchos casos, de acceder al trabajo, a los servicios de salud, educación o vivienda.
Puesto que la discriminación se ha repetido a través de generaciones en ciertas comunidades que han sido marginadas, esto puede tener un efecto nocivo en la imagen inconsciente del cuerpo –integración de lo corporal con lo emocional, o sea cubre la totalidad de aspectos referentes al funcionamiento-.
En efecto, al ser discriminados, estas comunidades se han encontrado con una alta cantidad de imposibilidades para el cumplimiento de sus deseos, por lo cual la imagen inconsciente del cuerpo se encuentra determinada por una variedad de limitantes que se pueden exteriorizar como patologías físicas y/o emocionales.
Las primeras figuras parentales que son discriminados por diversas cuestiones –variedad étnica o religiosa, llegada a nuevos territorios…- se desequilibran emocionalmente, en la mayor parte de casos, por lo cual no pueden dar a sus hijos apegos seguros.
De tal manera, la madre no tiene un proceso de lactancia adecuado en el que primen las emociones positivas y la continencia ante los estados afectivos del niño, así como tampoco propiciara la confianza en el pequeño para que explore su ambiente, amplíe su conocimiento y se relacione con otras personas, lógicamente bajo su supervisión.
Adicionalmente, se puede presentar que el padre, cuando no abandona a su hijo, no ofrece a la madre el apoyo que necesita para vincularse sanamente con su pequeño, y tampoco estimula en él, las habilidades emocionales necesarias para la separación paulatina con su figura materna, la adquisición del lenguaje, la interiorización de la norma y el gusto por conocer.
Las preocupaciones y sinsabores de los padres en su cotidianidad para la consecución del sustento diario en un ambiente discriminatorio, puede ocasionar no formar a sus hijos con lazos emocionales positivos. Muchos padres muestran a su hijo la realidad de su existencia, caracterizada por innumerables restricciones, mientras que otros padres proporcionan una educación permisiva cuyo objetivo es sopesar, según los adultos, la discriminación social hacia ellos.
En los dos casos, los padres impiden que su hijo pueda tener un dialogo asertivo tanto con el otro como consigo mismo, en el cual exprese abiertamente sus deseos, teniendo en cuenta que existen algunos limitantes pero sin sobrevalorar estos. Esta es la realidad que ocurre en las historias generacionales caracterizadas por las victimizaciones.
Al victimizarse históricamente, una parte significativa de las nuevas generaciones de las poblaciones discriminadas tienen dificultades para definirse como sujetos deseantes, solamente concibiéndose a través de sus limitaciones, como se dijo anteriormente, por lo cual es difícil la adecuación funcional al orden social y a su mismisidad.
Definirse por sus restricciones puede dar tres tipos de respuestas en las poblaciones discriminadas. Aquellas vinculadas con la alteración de la normatividad, argumentando una lucha motivada para terminar la exclusión, no pudiendo tramitarla sanamente, puesto que fueron individuos criados en un ambiente familiar totalmente permisivo.
La segunda respuesta se asocia con la concepción que no existe espacio para la tramitación funcional del deseo puesto que los individuos discriminados son significados con demasiadas prohibiciones. Sujetos que terminan convirtiéndose en pasivos y sumisos ante la sociedad.
La tercera opción se relaciona con individuos que han sido formados, mediante vínculos de apegos seguro con su padres, en un ambiente afectivo en el cual se permita al hijo conocer las discriminaciones a su comunidad, pero también se incentive que el menor desarrolle e interiorice una variedad de fortalezas cognitivas, afectivas y relaciones para enfrentar la discriminación de forma saludable –reponiéndose a ella y combatiéndola adecuadamente mediante la creación de ideas o actos con beneficios propios y hacia los demás-.