La persona con trastorno de personalidad límite idealizó el pecho bueno de su madre.

El trastorno de la personalidad límite, según el manual de psicopatología, se caracteriza por un patrón general de inestabilidad en las relaciones interpersonales –movimiento constante entre los extremos de idealización y devaluación-, y en las emociones –cambio constante de las emociones negativas a las emociones positivas- la autoimagen y la productividad.

El individuo con este tipo de trastorno también puede presentar  impulsividad en el tema de los gastos, sexo, abuso de sustancias o relación con la comida, puede presentar sentimientos constantes de vacío y puede presentar intentos o amenazas suicidas recurrentes, o comportamientos de automutilación.

En el tema emocional y de procesamiento de la información, estos sujetos tienen dificultades para controlar sus emociones, especialmente las negativas como la ira, lo cual se complementa  con la ideación de ser perseguido o ser el centro de atención. Esto ocasiona que esta persona tenga disposición a pelear y defenderse de manera constante de un potencial ataque.

Por definición, las personas con este trastorno de personalidad tienen imposibilidades para implementar con los pensamientos, objetos y  sujetos, incluso en él mismo, una integración de aspectos buenos y aspectos malos. Al concebir lo positivo tan cercano de lo negativo, fluctúa permanentemente entre amor y odio, lo cual puede causar mucho malestar emocional.

Los aspectos positivos se aumentan a tal medida que se idealizan con el principal objetivo de diferenciarlos de los aspectos negativos, puesto que este sujeto tiene la convicción que la bondad de algo o alguien se encuentra demasiado cerca de su maldad.

La formación de este modo de concebir la realidad y al otro, tuvo origen cuando el individuo estuvo dentro del vientre de su madre y durante el vínculo afectivo sucedido entre los dos –madre e hijo- en los primeros meses de vida, especialmente con aquellas vivencias ligadas al dar y recibir pecho.

En cuanto al periodo de embarazo, el hecho que su hijo no haya significado con un alto nivel de bondad y gratitud a su madre, puede deberse a que sintió una variedad de emociones displacenteras de ella en los nueve meses de gestación, lo cual pudo ocurrir por condiciones de vida nocivas o difíciles desde el punto de vista social, biológico, económico…, asociado con poco apoyo de sus parientes o figuras allegadas, características emocionales insanas de la madre –vínculos afectivos disfuncionales, poco desarrollo de competencias blandas, escasa norma interna…- y/o resistencia a la maternidad.

Con referencia a las vivencias ocurridas después del nacimiento, se puede inferir que el bebé también encontró una madre real plagada de vínculos negativos con su medio ambiente y de emociones nocivas hacia las experiencias que estaba sintiendo como madre.

Este niño tiene envidia e impulsos destructivos hacia su figura materna de tal magnitud que no pueden equilibrarse por la significación buena de ella, puesto que esta se encuentra poco desarrollada –por las condiciones desfavorables de la madre tanto interna como externamente, su hijo presenta escaso o nulo agradecimiento hacia ella-.

De esta forma, la Idealización es construida por el hijo para defenderse de una representación sin bondad o virtudes de su madre, generando bastante resistencia para percibirla objetivamente, o sea con significaciones negativas cuyo nivel es similar o un poco superior al de las connotaciones positivas, razón que hace percibirla de manera enteramente subjetiva.

La idealización de la madre es un proceso que aumenta la distancia para la posibilidad de la integración de la madre buena y la madre mala, y por ende, incrementa el comportamiento asociado a evaluar los objetos, las vivencias, las emociones y las personas, con un alto grado de subjetividad.

En su quehacer diario, el sujeto que idealiza o tiende a hacerlo, quiere encontrar su madre o sus vivencias no reales sino imaginadas, en la totalidad de sus interacciones, adaptándose y logrando vinculaciones afectivas fuertes con lo parecido a sus ideales.

Sin embargo, si esta realidad no ocurre o se trasforma, el individuo la desvaloriza tajantemente, no siendo capaz de acomodarse a las nuevas circunstancias y exteriorizando sin control emociones displacenteras ira, odio..-, por lo cual puede devaluar fácilmente algo que antaño apreciaba.

Esta modificación tan drástica en la manera de sentir y percibir la realidad, puede generar desestabilización emocional continua y puede llevar al individuo a la ejecución de acciones impulsivas –gastos, sexo, abuso de sustancias….- o a sentirse constantemente vacío, convirtiéndose esto en parte fundamental del trastorno de personalidad límite.

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