La procreación de los adultos jóvenes que tienen acceso a la educación superior.

El llamado biológico que tienen los individuos para concebir hijos se da, con más intensidad, en los dos últimos años de la adolescencia, cuestión que ocurre porque en esa edad el sujeto se encuentra con mayor número de fortalezas físicas para este objetivo –Desde el punto de vista evolutivo, la alta cantidad de testosterona y estrógeno permite a los futuros padres tener la energía suficiente para cuidar a un menor, defender tanto el territorio como al niño en caso de un ataque externo, conseguir alimento, hacerle un seguimiento adecuado cuando el hijo quiere explorar su ambiente..-.

Los padres, las instituciones educativas y el orden social en general envían mensajes constantemente a los adolescentes para que este llamado no se convierta en una realidad, tratando de neutralizarlo con creaciones culturales –publicidad, políticas de anticoncepción…- que intentan determinar el pensar y el sentir del sujeto en su pubertad.

De esta manera, los adolescentes adquieren informaciones para evitar embarazos no deseados, pudiendo transformar el objetivo máximo de la sexualidad, como lo es la procreación de hijos, en un propósito ligado al placer del individuo, lo cual aumenta en la medida que esa relación sexual sea con alguien querido o amado.

El mandato de la especie, disminuye un poco su fuerza en la adultez joven. Sin embargo, esta rebaja no resulta ser muy significativa, ejerciendo una gran influencia para la procreación, sobre todo en aquellos sujetos que no tienen la posibilidad y/o el deseo para transformar este mandato en una actividad culturalmente aceptable.

En este punto, se puede inferir que los adultos jóvenes que acceden a la educación superior pueden desplazar ese deseo de procrear hacia las actividades referentes a su estudio, puesto que el conocer exige la integración de variadas posiciones conceptuales, dando origen a una forma propia de interpretar la realidad.

Procrear conocimiento y/o habilidades, se encuentra íntimamente asociado con el desarrollo de la inteligencia post formal, puesto que en ambos casos se requiere una interacción constante tanto con sus compañeros como con los diferentes autores que escriben sobre un tema.

Interacción que no solo se lleva a cabo con la manera de pensar del otro, sino también con su forma de sentir, a la cual se agregan las características particulares para constituirse en algo novedoso. De esta forma, dicha nueva realidad es la suma de componentes cognitivos y emocionales de cada sujeto, con los componentes propios.

Por otro lado, aquellos adultos jóvenes que se dedican a trabajar en cuestiones operativas y repetitivas que no requieren desarrollar su capacidad de creación, no pueden ligar esta necesidad y energía que tiene la especie humana para engendrar descendientes en una producción intelectual, por lo cual fácilmente pueden retornar a su objetivo inicial –tener hijos-.

Estas personas no han tenido, a través de su historia, vínculos afectivos funcionales con sus figuras parentales, de tal manera que no tienen las motivaciones y la confianza necesaria para modificar un entorno socio-económico que no ha sido muy benevolente, y que no le ha permitido interiorizar la exigencia de realizar estudios superiores.

Individuos que repiten los comportamientos de sus padres en cuanto la maternidad y paternidad en la adultez joven, sin saber porque. Fuera que no quieren crear conocimiento, repiten y no desean modificar las acciones que sus padres ejecutaron a su edad.

Acciones en las cuales se conforman con lo que tienen, sin deseo de mejoramiento en los distintos aspectos de su vida. Ellos siguen el camino recorrido por sus antepasados, muchas veces sin darse cuenta de esto, algo que solo lo descubren en caso que implementen un proceso terapéutico o una introspección direccionada por determinado profesional.

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