
La identidad social es un concepto asociado a la percepción que tiene un colectivo acerca del individuo. Esta identidad también se vincula con las características en que son evaluados los grupos en los cuales el sujeto hace parte –familia, institución educativa, grupos deportivos o de estudio-.
La identidad social es un proceso que se construye durante los primeros veinte y cinco años de vida. A pesar de este rango tan grande de edad, los principales años para la adquisición de ella, se dan entre los18 y 25 años, o sea en el periodo de la adultez joven.
La importancia que tienen estos años para el crecimiento de la identidad social, tiene su explicación en que el adulto joven, el cual ha superado mentalmente el periodo de la adolescente, tiene fuertes motivaciones por pertenecer a grupos en los cuales pueda mejorar sus fortalezas alienadas con sus deseos, y en los cuales puede mostrar su potencial, logrando admiración o “buena imagen” tanto con los miembros del grupo del cual haga parte, como de la sociedad en general.
En este momento, las personas pertenecientes a los grupos, tienen entre ellos una ligazón afectiva fraternal, la cual proporciona soporte emocional y exige el cumplimiento de ciertas normatividades para la conservación del grupo. Ligazón afectiva en la cual se produce rivalidad y competencia.
Algunos colectivos de este tipo, tienen una dinámica similar a la presentada en el ambiente familiar disfuncional, produciendo una fuerte adherencia con estos grupos, sumergiéndose en un ambiente caótico con emociones primarias incontrolables, alejadas de los procesos de análisis, por lo cual dejan a un lado, los objetivos referentes a la incentivación de habilidades y/o conocimientos.
Otros grupos por el contrario, y a pesar que en su movimiento interno toca aspectos emocionales, se encaminan hacia objetivos claramente definidos. Para conseguir los objetivos previamente estipulados, estas agrupaciones necesitan tener cierta dinámica encaminada a lograr acuerdos para la funcionalidad –reuniones, normas de convivencia, metodología…-
Estos grupos pueden desarrollarse en tópicos determinados porque la mayor parte de sus miembros, o por lo menos sus líderes, han internalizado por medio del vínculo sano de sus figuras parentales, los comportamientos de un equipo de trabajo. Adicional a esto, los miembros del grupo son conscientes y motivados acerca de la direccionalidad del colectivo.
Del mismo modo, los miembros de este grupo o por lo menos la mayor parte de ellos, están desplegando su inteligencia post formal, algo que implica la facilidad para crear nuevos conocimientos, con base en la interpretaciones de diferentes maneras de percibir la realidad. Realidad que se construye por la interacción de muchas variables y el entendimiento de las posiciones racionales y emocionales de los demás.
La transformación de procesar la información de forma dicotómica –inteligencia formal- al procesamiento de la información con varias variables de manera simultánea –inteligencia post formal-, se facilita en la medida en que el sujeto tenga la habilidad para compartir su subjetividad con otros y lograr acuerdos para llegar a una objetividad en la solución de problemáticas específicas.
Estos acuerdos son posibles gracias al desarrollo tanto de relaciones asertivas como de vínculos empáticos en los cuales se pueda comprender la forma de entender e interpretar la realidad por parte del otro. Igualmente, estos acuerdos necesitan que se den en un ambiente caracterizado por la capacidad de cada sujeto para autorregular sus emociones y conseguir diálogos constructivos.
Por otro lado, la adquisición del pensamiento post formal se puede fortalecer en la medida en que el sujeto tenga conocimiento de sus principales características a nivel cognitivo y a nivel emocional, de tal manera que este saber pueda estimular planes de actuación individual para mejorar debilidades y acrecentar sus fortalezas. Planes que son necesarios para darle más calidad a las relaciones con los demás, especialmente con las competencias de comunicación asertiva, toma de decisiones, manejo de conflictos, y para el mejoramiento de las capacidades investigativas.
De esta manera, se puede concluir que la identidad social del individuo tiene su punto máximo de desarrollo entre los 18 y los 25 años, en la medida que el sujeto tenga la capacidad emocional para agruparse en colectivos, con propósitos claramente definidos, que tengan una dinámica consciente e inconsciente, en la cual puedan existir acuerdos, relaciones asertivas, control emocional y normatividad interna con objetivos productivos.
Con esta dinámica funcional, el sujeto puede incentivar su inteligencia post formal, asociada al interés por conocer las interpretaciones del otro ante las distintas realidades, algo que depende de la interacción con ese otro en su parte emotiva y su parte racional