Los adultos de mediana edad que se convierten en abuelos.

La edad promedio de las mujeres para tener hijos en Colombia, en una encuesta realizada en el año 2016, es 21,6 años, por lo cual se puede inferir la existencia de bastantes posibilidades que estas mujeres se conviertan en abuelas en la mediana edad -40 a 60 años-.

Ser abuelos por primera vez, para las personas que sienten gusto por los niños, significa recuperar y compartir la ilusión de tener pequeños en la casa por primera vez. Este contagio de alegría se produce sin tanta carga tensional puesto que los nietos implican pocas transformaciones a los abuelos en comparación a cuando ellos tuvieron sus propios hijos.

Esta modificación de la emoción del abuelazgo con los estados afectivos de la paternidad/maternidad se explica porque el nieto no es una elección personal y no requiere las responsabilidades propias de ser padres. En este punto, los adultos de mediana edad pueden ejercer una función de observación y orientación de sus hijos, en caso que ellos lo necesiten, acerca de la formación que ofrecerán a los pequeños.

Ejecutar dichas dos funciones –observación y orientación-, puede acercar afectivamente a los hijos con los padres puesto que coloca a sus descendientes en el mismo lugar de mando y obligaciones que sus figuras parentales tuvieron hace muchos años. Gracias al nuevo lugar, los  nuevos padres pueden resignificar la interiorización que han hecho de sus propios padres.

Sin embargo, algunos abuelos pueden desear cumplir una labor más proactiva con su nieto. Labor que consiste en dejar de ser un simple observador de la dinámica entre su hijo y su nieto, y guía de los cuestionamientos de los padres, para comportarse como principal direccionador de la vida del pequeño, pasando inclusive, sobre la forma de pensar de los propios padres.

Dicha fenómeno se acrecienta cuando los abuelos son de mediana edad, puesto que la crisis que afronta puede implicar que ellos se sientan inmensamente infelices por no haber desarrollado una marca personal sobre sus ejecuciones particulares, en caso que esto no haya ocurrido, y  quieran crear ese sello tomándose como algo propio la formación de su nieto.

Estos abuelos “jóvenes” se enorgullecen y quieren demostrar, tanto a sí mismo como a otras personas, que ellos no han estado afectados del declive físico de la mediana edad y que tienen la suficiente energía como para educar adecuadamente a su nieto.

Empero, este deseo se queda solo en eso, puesto que en una parte significativa de las ocasiones, cuando los abuelos son los principales entes formadores, esto da como resultado disfuncionalidades emocionales en los nietos. Ellos ampliamente y de manera satisfactoria tienen la capacidad de ser contenedores emocionales del pequeño y permitir el aprendizaje de algunas competencias blandas, pero no son eficaces para la enseñanza de una normatividad social, la complejización del lenguaje, el desarrollo de la adaptación, entre otras cuestiones.

El hecho que los abuelos de mediana edad permitan que sus hijos, y por ende, sus nietos, convivan con ellos en el mismo lugar de residencia, incentiva que sigan concibiendo a sus descendientes como pequeños y no como adultos que requieren tomar decisiones por sí mismos.

De esta manera, muchos abuelos dan los lineamientos de sus nietos como si ellos fueran los padres, inmiscuyéndose en la manera como las figuras parentales biológicas desean formar a sus propios hijos, y en muchos casos, dando conceptos completamente contrarios.

Para el adulto de mediana edad, es muy difícil observar y evitar intervenir en la forma en que su hijo cría a su nieto en el mismo espacio físico que es de su control por ser el propietario del hogar. Dicha dificultad puede obedecer que la persona entre 40 y 60 años, teme perder la autoridad que tiene sobre su  hijo y la pertenencia con su hogar.

Situación anteriormente mencionada que se acentúa cuando los nuevos padres tienen a un hijo no planeado y mucho veces no deseado. Dinámica en que los abuelos pretenden disminuir la irresponsabilidad de su hijo/a, comportándose con el nieto como si fuera su propio hijo.

Irresponsabilidad que en bastantes hijos no solo se reduce a tener a su descendiente sin planeación, sino que se amplía a la negligencia emocional manifestada hacia el menor después que este ha nacido, de tal manera que los abuelos deciden tomar la totalidad del control de los aspectos financieros y formativos de su nieto.

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