
El vidrio es un material inorgánico duro, frágil, transparente y amorfo que se encuentra en la naturaleza, aunque también puede ser producido por el ser humano. La fragilidad del vidrio ante diversos fenómenos como los cambios de temperatura o las caídas, asemejan a las presentadas por los sujetos entre 18 y 25 años en la actualidad.
Los adultos jóvenes de esta época, tienen escasas habilidades para tolerar las frustraciones y aquello que aunque no tengan esta connotación, sea algo en que no se pueda cumplir el deseo de manera inmediata. De esta forma, estas personas pueden desarrollar fácilmente una crisis, con el consecuente desequilibrio emocional.
Ellos han sido formados por padres que no han permitido que su hijo tenga algún tipo de desilusión en su historia de vida. Lo han protegido tanto de sufrir decepciones reales o posibles, que han ocasionado daño en la mismisidad de su descendiente.
Someter al hijo a un proceso de crecimiento sin obligaciones y en la cual obtenía lo que quería, sin la posibilidad de obtener algunos desengaños, es arrastrarlo a una existencia llena de vacíos, especialmente cuando se convierte en mayor de edad, y debe afrontar sus propios desafíos..
En el momento en que el sujeto se convierte en mayor de edad para el orden social, algo que coincide con el comienzo de la adultez media, él se siente presionado por esforzarse para conseguir sus motivaciones y resultados por sí mismo, y en este camino, se enfrenta a algunos fracasos que requiere soportar sin desmotivarse tanto como para claudicar.
Además de la no estimulación para la interiorización de una normatividad social, los sujetos con autoestima que fácilmente se quiebra, son hijos de figuras parentales que no contuvieron sus emociones displacenteras en los momentos en que ha fracasado en sus intentos por obtener algo, y no lo retroalimentaron sobre formas en que puede transformar este resultado negativo hacia algo positivo, lo mismo que tampoco han exigido la implementación de estas acciones.
Los afectos disfuncionales de padres a hijos durante la niñez, provoca diversas consecuencias, entre ellas que los adultos jóvenes se desvanecen fácilmente con los inconvenientes, tal como ocurre con un cristal que se enfrenta a cambios abruptos de temperatura o una caída con cierto nivel de profundidad.
Estos adultos jóvenes pueden manifestar que no han podido resolver
sus inconvenientes mediante variadas conductas disfuncionales como trastornos somatoformes, comportamientos histriónicos, trastornos de ansiedad, trastornos alimenticios…
Adultos jóvenes que pueden quebrarse con la facilidad de un cristal, necesitan desarrollar un proceso terapéutico que permita crear herramientas para soportar las frustraciones y reponerse a ellas, lo cual solo es posible conociendo las ganancias que el sujeto presenta en los momentos en que existe una descompensación emocional debido al no poder alcanzar un objetivo particular.
La creación y desarrollo, dentro de un proceso terapéutico, de la competencia de la tolerancia a la frustración, ocurre en la medida que el adulto joven adquiera con el terapeuta un vínculo emotivo afectivo lo suficientemente fuerte como para rehacer la relación disfuncional entre paciente y figuras parentales, a través de él, permitiendo de esta manera que el consultante signifique e interiorice la figura de apego seguro..
Desarrollando apegos seguros con el terapeuta, el paciente esta listo para recibir sus retroalimentaciones e interpretaciones acerca del material manifestado, induciendo a que se conozca el material escondido, y con ello pueda integrarlos. De esta forma, la competencia de tolerancia a la frustración tiene la capacidad para intensificarse.