Muchos padres dejan a sus hijos bajo el cuidado de sus abuelos porque ellos –los padres- piensan que hacerlo es una garantía para el proceso de educación en valores y formación en costumbres sanas. Además de estas razones, muchos otros padres optan por este tipo de educación puesto que no tienen dinero para pagar una persona que cuide a sus hijos.
Generalmente, estos últimos son padres que cumplen simultáneamente dos condiciones. Ellos tienen hijos no planeados y ellos, todavía, no han tomado el completo control de su vida, pretendiendo que los abuelos del niño solucionen una situación que solo los padres pueden hacerlo. Estos hijos no han cortado el “cordón umbilical” con sus padres y pretenden que ellos asuman sus responsabilidades.
Algunos abuelos aceptan esta imposición de los hijos de forma positiva, y otros por el contrario muestran su desagrado, pero aceptan porque se sienten obligados con su descendencia debido al sostenimiento económico que reciben. Empero, todos los abuelos dudan acerca de la eficacia en el cuidado de sus nietos.
Los abuelos se dan cuenta que ellos podrían dar sentimientos positivos y soporte emocional a los nietos, pero no están en la actitud para hacer cumplir funciones normativas, las cuales exigen cierto desgaste emocional. Ellos ejecutaron ese papel hace unos años con sus hijos y no lo quieren volver a repetir, aunque sean abuelos jóvenes con cincuenta años.
Los infantes perciben que con sus abuelos, personas que los cuidan todos los días, pueden hacer muchas cosas que con los padres no podrían, aprendiendo a manipularlos para conseguir todos sus deseos. En caso, que estas figuras digan que no, los nietos hacen determinado berrinche y se vuelven histriónicos en expresar su dolor mental ante la negativa, algo que les permite cambiar la opinión del adulto mayor y obtener lo que quieren.
Por esta razón los niños criados por sus abuelos se convierten en infantes intolerantes, irascibles, con inconvenientes para cumplir normas, dificultades en las relaciones con el otro. Algunos nietos también tienen problemas en la adquisición del lenguaje puesto que los abuelos aprenden a conocerlos y le adivinan las palabras, sin que los pequeños las pronuncien adecuadamente.
Como conclusión, se puede decir que los abuelos pueden tener grandes aportes en el desarrollo emocional de sus nietos. Empero, ellos no deben ser los principales protagonistas del cuidado de los menores puesto que pueden influenciar negativamente en su adaptación a una cultura y a un lenguaje.
Esta influencia negativa esta asociada al predominio del berrinche como forma de expresar tanto sus deseos, sus sentimientos de impotencia al recibir un no como respuesta, y su deseo de manipular a sus figuras de autoridad para que estás cambien su decisión.
Este berrinche como forma disfuncional de comunicación muestra el poco desarrollo de la inteligencia emocional en el niño, especialmente en los niños criados por los abuelos, cuestión cuya principal responsabilidad es de los padres por no darle al hijo un ambiente funcional para su desarrollo.
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