
El voto de clausura son los compromisos o promesas que adquieren las personas antes de pertenecer a algunas comunidades religiosas. Estos votos se refieren a la obligación de sus miembros de no abandonar un recinto, e igualmente impide a las personas no religiosas ingresar a esos claustros.
El objetivo de esta clausura, según los religiosos, es permitir que ellos tengan el ambiente propicio para acercarse a la deidad, centrándose en la oración y el recogimiento. Los miembros de las comunidades que establecen el voto de clausura como esencial, tienen la convicción que interceden entre las personas y su divinidad mediante el rezo y la meditación.
Los sujetos de estas comunidades se sienten un punto de referencia puesto que con sus pensamientos denominados oraciones, pueden lograr la salvación de los otros a través de la comunicación que solo ellos sienten que pueden adquirir con la creencia ilusoria de la deidad.
Empero, esta comunicación con la deidad es algo imaginario puesto que la persona se esta conectando con la parte de su ser significada como ejemplar. De esta forma, el concepto de dios es el ideal del ser, aquello a lo cual todos queremos llegar pero es imposible por su perfección y los religiosos lo han confundido con un ente externo al ser humano al cual unicamente se puede acceder por medio de telepatía –trasmisión de pensamientos-.
La oración se convierte en una idea mágica que se puede interpretar como el deseo, lejano de la realidad objetiva, por sentirse en un lazo especial con su deidad, algo que se encuentra asociado a creer que es alguien elegido por su dios para la realización de cierta obra celestial, y alguien que esta gozando desmesuradamente de cosas que subjetivamente son interpretadas como milagrosas –comida, luz del día..-. De esta forma, la vida de aquel “bendecido” solo cobra propósito por la oración, el milagro y sus votos de clausura.
Sin embargo, estos votos están escondiendo, normalizando y permitiendo que el sujeto racionalice, tanto hacía los demás como hacia ellos mismos, sus incapacidades para una sana interacción y la formación de vínculos afectivos funcionales con los otros.
Conviviendo en estos conventos, la persona religiosa solo tiene necesidad de establecer contacto interpersonal con pocos individuos y en instantes del día reducidos. Contacto que no implica la formación de relaciones emocionales puesto que cada miembro se concibe únicamente como el posibilitador del dialogo y el “perdón” de su deidad hacia la humanidad, sin importar su particularidad humana de seres sociales.
Los individuos que viven en estos sitios inaccesibles para la mayoría, dejan de ser funcionales para el orden cultural, negando su particularidad humana de seres sociales, por lo cual se puede concluir que poseen un trastorno –cambio o alteración que se produce en la esencia o las características permanentes que conforman una cosa o que permiten el desarrollo de un proceso- emocional.
Además de estos déficit interpersonales permitidos para los miembros de estas congregaciones, también se admiten, esporádicamente, la aparición de conductas esquizofrénicas -disminución de la capacidad para sentir placer, emociones planas, alucinaciones, delirios, poco interés para funciones de aseo, cocina…-.
En dicho ambiente del claustro o del convento, los sujetos con estas dos disfuncionalidades emocionales –esquizofrenico y esquizotipico- no son condenados por sus compañeros ni mucho menos por las personas de afuera, antes por el contrario, su misión es percibida como loable por la cultura.
Es más, cuando existen manifestaciones, al interior del recinto, de la esquizofrenia o estado transitorios de esta patología y estos se encuentren asociados con la aparición de una idea delirante –ser testigo de un milagro-, los religiosos obtienen reforzamiento puesto que se sienten elegidos por la deidad sobre sus compañeros.
El relato de ser testigo de un milagro, puede interpretarse como la ruptura con la realidad de aquella persona, dentro del recinto, quien padece de esquizofrenia o crisis esquizofrénica momentánea, pero también puede significar que ese individuo se encuentra en el camino de la desestructuración mental, y esa es la única forma de tener contacto con la realidad.