El estrés, según el manual de psicopatología, es la respuesta fisiológica del cuerpo a un estresor, el cual es cualquier suceso o cambio que exija adaptación. El estrés es un proceso adaptativo, siendo imprescindible para la supervivencia. No es una emoción sino el agente generador de las emociones.
Las demandas ambientales hacia el individuo después de los 25 años, ocasiona que este se someta a cantidades considerables de estrés que solo puede manejar de manera funcional en la medida que tenga cierto nivel de equilibrio y estructuración emocional.
La capacidad para enfrentarse al estrés, esta dada por la forma en que cada individuo puede soportar los cambios y las exigencias que tiene en su cotidianidad, para convertir estas situaciones en generadoras de bienestar y de aprendizaje
Así, si estas transformaciones y requerimientos se perciben con connotaciones negativas, el estrés actúa como una fuerza incapacitante para el logro de objetivos. Otra cosa ocurre en caso que estos se signifiquen positivamente, lo cual permite que el estrés facilite la resolución de problemas.
Utilizar el estrés como medio que disminuye o como medio que aumenta el poder de resolver una situación determinada, depende de la manera en que se haya evaluado dicha situación y las fortalezas que cada individuo tenga para resolver dicha situación.
Ambas se encuentran relacionadas con la manera en que el sujeto interiorizó el manejo de las situaciones nuevas o conflictivas durante sus primeros años, más que todo los de primera infancia. Adquisición que ocurrió por las características de los vínculos afectivos con sus padres y por el ejemplo recibido en los comportamientos de estas figuras.
Un apego seguro entre madre e hijo, permite que el infante, en sus primeros años de vida, tenga confianza, para alejarse de ella con el objetivo de poder explorar el mundo, y que mientras lo hace, su figura materna reaccionara de forma tranquila, sin ningún tipo de respuestas que denoten una elevación intensa de emociones.
Igualmente, este tipo de vínculo se caracteriza en la respuesta asertiva y continente de la madre, cuando su hijo retorna su “aventura exploratoria”. La madre se interesa por los aprendizajes que tuvo su pequeño, en este tiempo sin ella, lo mismo que esta pendiente de todas las emociones que tiene el menor con el propósito de contenerlas en caso que desequilibren, dando la respectiva retroalimententación para un aprendizaje, o para disfrutarlas con él en caso que permitan su mayor desarrollo, dando también una retroalimentación a estos momentos compartidos de alegría entre madre e hijo.
El manejo que la madre proporcione a su hijo, en estos primeros meses de vida, se complementará con el manejo que dé el padre, después del cumplimiento del primer año del menor. Interacción consistente en romper la relación fusional del niño con su madre para introducirlo en una cultura, presentándole distintos ambientes, personas, lo cual generé el interés por explorar, la creación de la asociación consistente en que si explora más, tendrá mayores posibilidades de conocer quien es y que es lo que quiere, y la creación de la asociación acerca que entre mayor curiosidad por conocer y por explorar tenga, más atención y mayores privilegios de sus figuras parentales podrá acceder.
Interiorizando un vínculo seguro de apego con sus figuras parentales, el niño, el adolescente y el futuro adulto, podrá neutralizar las sensaciones de pánico que le impiden enfrentarse de manera equilibrada al objeto o a la situación nueva o aquella que produce tensión. Objeto o situaciones que puede nublar la capacidad de análisis, provocando acciones de huida o de incapacidad de accionar.
De esta forma, el sujeto enfrentará las situaciones nuevas o que lo pueden alterar, con un miedo funcional, lo cual permitirá acercarse con cautela y cuidado a determinado objeto o fenómeno, mientras lo explora y lo domina hasta el punto de poder apropiarlo a su ser.
Por otro lado, las personas que han tenido un vínculo afectivo caracterizado por los apegos inseguros con sus padres, especialmente con su madre, se obstinan por lo conocido –algo que no lo desequilibra-, presentando inconvenientes, que desestabilizan profundamente, cuando experimentan lo novedoso o lo conocido que no domina.
Desorganización psíquica que se da puesto que el individuo no ha interiorizado la confianza con sus figuras más cercanas, y por ende en sí mismo. De esta forma, existe una dificultad casi estructural por concebir lo desconocido y lo no dominado, como aportador de nuevos aprendizajes y/o de mejoramiento de los conocimientos antiguos.
La principal conclusión de este escrito es que el manejo adecuado del estrés en todas las épocas, especialmente en las que generan crisis más agudas como las que ocurren después de los 25 años, se encuentra íntimamente relacionado con las peculiaridades del vínculo afectivo que el adulto tuvo con sus padres en los primeros años de vida.
En caso que este vínculo haya sido disfuncional y que el adulto no haya tenido un ejemplo de un adecuado manejo del estrés por parte de alguna figura afectivamente significativa, es probable que el estrés se conciba en forma negativa, alterando el equilibrio emocional.
Equilibrio que solo podrá ser restituido en el contexto terapéutico, cuyo principal objetivo es la restitución de unos lazos emocionales dañinos entre padres e hijo pequeño, a través del vínculo presente entre paciente y terapeuta, desarrollando en el paciente competencias blandas para que afronte funcionalmente el estrés.
Este es un escrito que tiene dos propósitos fundamentales: El primero de ellos es formar en diversos componentes que permitirán profundizar en conceptos y variadas realidades psicológicas, así como mejorar la salud mental del individuo y del grupo familiar. El segundo objetivo es promocionar mi consulta clínica de forma virtual y presencial, ambas se pueden solicitar al celular 320 6919221