
La globalización es un proceso económico, tecnológico, político, social y cultural a escala mundial que consiste en la comunicación e interdependencia entre los distintos países del mundo, en los cuales se integran los mercados. Dicha globalización ha ocasionado una preocupación constante del ser humano por estar actualizado en los conocimientos y por poseer diversos bienes o servicios de última generación.
Este deseo de adquirir los bienes o servicios se ha asociado a necesidades de alimentación, seguridad, trabajo etc, lo cual impulsa al hombre/mujer a su adquisición, algo que no tiene relación alguna con la satisfacción de dichas necesidades sino con el estatus que produce su tenencia.
De esta manera, la compra de estos bienes o servicios se convierte en un ideal que hay que cumplir, por lo cual los esfuerzos tanto individuales como de pareja se encaminan hacia esos objetivos. Objetivos que terminan siendo egocéntricos y que disfrazan con la excusa “Voy a tener o voy a darle a mis hijos, las comodidades que mi familia extensa no me proporciono”.
Conseguir bienes costosos y tener comodidades se convierte en la principal filosofía de vida, algo que la mayor parte de las ocasiones supera sus posibilidades de ingreso y ahorro, por lo cual abusan del uso de las tarjetas de crédito y tienen que trabajar demasiadas horas, descuidando las otras facetas de su vida, como la formación de los hijos.
Ante tanto trabajo y tanto endeudamiento, los padres de familia dan la excusa de llevar a cabo todo este esfuerzo por darle un mejor futuro a su hijos pero en realidad lo están haciendo por ellos mismos puesto que su hijo pequeño no esta exigiendo la obtención de algún producto costoso sino que exige solamente tiempo a sus padres.
Pensando en la mejor decisión para sus hijos, teniéndolos con todas las comodidades a pesar de su casi total ausencia como figuras parentales, los padres no están cumpliendo con su obligación emocional, acerca de formarlos en un ambiente asertivo.
El escaso tiempo que padres e hijos comparten en este tipo de situaciones o la poca disponibilidad de los padres para integrarse en actividades con sus hijos, no es suficiente para que haya un vínculo afectivo fuerte. Tampoco es suficiente para que el hijo interiorice a sus padres como personas dadoras de un amor incondicional, como personas con las cuales se debe identificar e imitar, como personas que enseñaran los lineamientos de vida , y como personas que permitirán la formación de conocimientos y competencias de vida.
Esta situación insana entre padres e hijos, se acrecienta cuando los dos padres tienen una relación caótica o disfuncional entre ellos puesto que cada figura parental trata de “comprar” a su hijo con regalos costosos para lograr su preferencia sobre el otro padre.
La principal conclusión de este escrito es que los padres, antes de preocuparse por las condiciones socio-económicas en que crecerá su hijo, debe priorizar en una alta calidad de formación emocional, por ellos mismos como figuras parentales y no responsabilizando de esta labor a los abuelos o a la institución educativa.
Dicha priorización ocurre en la medida que las figuras parentales compartan tiempo con su hijo y conozcan acerca de sus características o sus deseos. Compartir tiempos didácticos en que puedan disfrutar, enseñarles comportamientos y estilos de vida saludables, maneras de estudio y puedan darle seguimiento a las distintas actividades de su hijo.
Proporcionando una educación en valores y desarrollando su inteligencia emocional, dedicándoles tiempo de calidad en vez de enfocarse en la obtención de bienes materiales, las figuras parentales están cumpliendo con su obligación emocional hacia sus hijos.