
La pareja, según Carlos Pérez Testor –médico psiquiatra y psicoterapeuta de pareja y familia- es un acuerdo inconsciente que determina una relación complementaria, en la que cada uno desarrolla partes de sí mismo que el otro necesita y renuncia a partes que proyecta en el cónyuge.
Dicho acuerdo se puede realizar adecuadamente cuando existe la posibilidad de un intercambio constante de experiencias, maneras de pensar y sentir, comportamientos entre otras cosas, lo cual solo se puede llevar a cabo con comunicaciones diarias a través de distintos medios de comunicación –celular, whatsapp…- y contactos físicos recurrentes.
Además de estos encuentros, cada miembro de la pareja debe tener apertura emocional para que el otro lo explore en sus diferentes facetas, y necesita dejar de observar a ese otro desde la perspectiva del enamoramiento, pudiéndolo hacer de forma integral –cualidades y debilidades- mediante la indagación profunda de su pasado y su presente.
Interacciones que pueden ofrecer cierto grado de dificultad si se realizan de manera funcional, o sea guardando vínculos afectivos positivos por la otra persona pero teniendo sentido crítico hacia ella, de manera que los diferentes inconvenientes se acepten, se afronten y se lleguen a acuerdos para su solución, o se pueda tomar la decisión de finalizar la relación en caso que el descubrimiento realizado atente contra los principios de vida –maltrato, conductas antisociales…-.
El conocimiento profundo que debe formar parte de las prácticas diarias de la pareja, se queda corto cuando las dos personas tienen su sitio de vivienda en ciudades, y mucho más, en países separados. Esta situación aumenta su efecto cuando las dos personas están creando una vínculo amoroso, un poco distinto a cuando después de establecido este vínculo, los miembros se tienen que separar por un proyecto momentáneo en un lugar distinto.
En estos casos y aunque las comunicaciones mediante la utilización de distintos medios sean más de una vez en el día, el imaginario acerca que los dos se encuentran lejos, ocasiona que cada uno de sus miembros ofrezca su lado más positivo en las interacciones a través de esos medios. Lado positivo que se agranda en los pocos momentos que comparten de manera física.
De esta forma, los dos miembros de la pareja presentan, ante el otro, solo su lado que produce sentimientos positivos –ternura, pasión, admiración, benevolencia,- por lo cual es poco probable que se den conflictos de mediana o alta magnitud. Desde esta perspectiva, se puede entender las razones por las cuales el periodo de enamoramiento en este tipo de relaciones se demora más en terminarse.
Empero, en las pocas ocasiones en que una disputa se torna intensa, uno o los dos miembros de la pareja pueden dar por terminada la relación, lo cual ocurre porque transforman la idealización que tienen en el otro en un odio intenso que impide solucionar ese conflicto.
El deseo de crear y/o sostener una relación a distancia puede implicar la necesidad del adulto entre 25 a 40 años por idealizar el lazo afectivo e idealizar a la otra persona, puesto que no se siente en capacidad emocional para ser pareja de alguien con el cual deba compartir el ambiente cercano y el cual demanda constantemente reconocimiento, atenciones, espacios para interacciones…
Tal parece que este sujeto tiene un conflicto interno con la interiorización que ha hecho del amor de pareja, de tal forma que lo necesita elevar antes de concebirlo como algo formado por bastantes cosas positivas que son capaces de neutralizar la existencia de ciertas cosas negativas.
Adicionalmente, la persona requiere idealizar este vínculo afectivo a distancia puesto que los dos miembros no han tenido las suficientes oportunidades de compartir entre ellos, como para formar o seguir desarrollando algo estructurado y equilibrado, que permita enfrentar los sentimientos negativos productos de los diversos inconvenientes cotidianos, y aquellos emociones displacenteras provocadas por el distanciamiento.