Recién cumplidos los treinta años, las personas comienzan a recibir presiones de las diferentes organizaciones –instituciones gubernamentales, educativas, iglesia..- y representantes de la sociedad –familia, amigos…-, cuyo objetivo es desarrollar la urgencia por tener hijos.
Este apremio se produce más en las mujeres que en los hombres puestos que estas últimas son manipuladas con el argumento que su “reloj biológico” para cuestiones de maternidad, se encuentra a punto de finalizar, por lo cual debe tomar una decisión rápida.
Es tanta la presión social, que esta determina que mujeres con decisiones ambiguas acerca de la maternidad, se dejen llevar solamente por un deseo inconsciente de ser madres, ligado a la perpetuación de la especie humana, algo que no implica que ellas se hayan cuestionado si tienen el deseo consciente, junto a las capacidades emocionales y financieras para tener hijos.
Dicha presión social también fomenta la significancia que la maternidad es un deseo individual, y no una motivación de pareja que asocia este estado a una obligatoria relación de afecto entre los dos, permitiendo así, crear un ser, el cual se formara con los esfuerzos y aportes emocionales del colectivo.
Por otro lado, estas ganas personales de ser madres a cualquier precio –sin la participación de un otro social, sino solamente a través de un otro biológico- denota un alto nivel de egoísmo, en el cual se accede a inseminaciones artificiales con padre desconocidos, existe apertura a relaciones casuales sin proyecciones, se producen “errores” en el uso de métodos anticonceptivos o existe el desarrollo de procesos de adopción de forma aislada.
De este modo, la presión social puede incrementar un deseo narcisista por tener descendencia. No envejecer y morir, sino existir a través del hijo. Narcisismo que también puede estar acompañado de una baja autoestima puesto que se necesita de un hijo para sentirse “bien” y para sentirse completo.
Este tipo de madre, o incluso padre, no aceptan que el ser humano tiene un vacío estructural que debe aceptar y que debe interpretar como una oportunidad para mejorar. Ser humano que no sabe congeniar consigo mismo, necesitando de un hijo, especialmente cuando es pequeño, para evadir la soledad y para evadir la introspección que haría en caso que estuviera solo.
Así, se puede observar como lo social tiene la capacidad de determinar la toma de decisiones disfuncionales a personas que no tienen estimulada su inteligencia emocional, dejándola en el olvido. La incapacidad de conocimiento de su mismisidad genera comportamientos encaminados a obtener una ganancia inconsciente –algo que el individuo no se da cuenta pero determina sus acciones-.
Ganancia que, como se explicó anteriormente, produce que esta persona mayor de treinta años no necesite pensar sobre sí misma, encaminando su pensamiento hacia su hijo, y a la vez, no tenga que enfrentar la presión social de no tener decendencia en esta edad.
La mayor parte de las ocasiones, la madre o el padre no se dan cuenta de esta ganancia, puesto que no tienen tanta reflexión sobre la naturaleza de sus actos. Esta –la ganancia- es un algo que se descubre a través de las informaciones y retroalimentaciones que se originan en los procesos terapéuticos.
En estos procesos, también se puede concluir que el deseo narcisista sobre tener hijos, puede esconder un nivel bajo de autoestima, puesto que la madre requiere que un otro –el hijo- la defina como persona y refuerce constantemente acerca que ella es una alguien imprescindible. La necesidad del hijo hacia su madre, refuerza el lugar de la madre dentro del mundo
Pretender tener hijos para afirmarse como sujeto es consecuencia de un vínculo afectivo disfuncional de esta persona con sus padres durante sus años de niñez y adolescencia, en el cual los adultos no dieron la suficiente contención emocional, junto a un proceso normativo sólido a su hijo, para que este –el hijo- pudiera formar una autoestima equilibrada y estructurada respecto de sus características y no solamente del papel que juega o cómo es percibido por los demás.
Este vínculo tampoco fue efectivo en que el hijo interiorizara el hecho que el ser humano tiene y debe aprender a manejar de manera funcional su vacío o falta estructural, y no debe pretender tomar decisiones queriendo lograr la completud puesto que esto es imposible.
Adicionalmente, este vínculo afectivo ha fallado en el conocimiento de su mismidad –lo latente y lo manifiesto de su personalidad-, en la creación y desarrollo de competencias blandas que permitieran afrontar con eficacia diversas crisis que se dan en la década de los treinta años. El resultado es el poco desarrollo de estas competencias para la toma de decisiones, las cuales se encuentran controladas por ganancias que el propio sujeto desconoce por ser inconscientes.
Este es un escrito que tiene dos propósitos fundamentales: El primero de ellos es formar en diversos componentes que permitirán profundizar en conceptos y variadas realidades psicológicas, así como mejorar la salud mental del individuo y del grupo familiar. El segundo objetivo es promocionar mi consulta clínica de forma virtual y presencial, ambas se pueden solicitar al celular 320 6919221