Proyecto de vida incipiente o nulo en el adulto joven.

El proyecto de vida, según definición planteada por Arboccó en 2014, psicólogo clínico y psicoterapeuta, es un plan que una persona traza para conseguir objetivos en la vida, dándole coherencia a la existencia y permitiendo marcar un estilo en el actuar, en las relaciones y en el modo de interpretar los acontecimientos.

El proyecto de vida es un camino que debe iniciar su recorrido en los primeros años de vida, algo que se asocia con las expectativas que tengan los adultos alrededor de su hijo, y  con la estimulación que lleven a cabo ellos sobre el menor para que descubra quien es y su propio deseo.

Estimulación que se da cuando existe un vínculo afectivo funcional entre el hijo y sus figuras parentales. Vínculo que permite en el niño tanto el equilibrio como la estructuración emocional, desarrollo de procesos introspectivos, la exploración de distintas dinámicas y realidades junto el acompañamiento de esas actividades, generando las posteriores elecciones en cuanto a su gusto por alguna particularidad deportiva, artística, conocimiento…

Durante la pre-adolescencia, los padres podrán introducir en su hijo el concepto de proyecto de vida y de planeación de este proyecto, como un  instrumento incentivando que el menor se concientice que cada acción o cada proceso está compuesto por pasos para llegar a un objetivo particular, y la evaluación de esos pasos, cuestión necesaria para su revisión y para la creación de planes de mejoramiento.

Esta actividad, concebida desde un punto de vista didáctico y creativo, puede intensificar el vínculo afectivo entre padres e hijos puesto que significa la comunicación de una forma más eficiente, facilita el proceso de interiorización de normas y el aprendizaje en el niño de maneras de solucionar problemas o de conseguir objetivos.

Igualmente, estos inicios del proyecto de vida del hijo, direccionado por sus padres, facilita el proceso de orientación vocacional que su descendiente, ahora convertido en adolescente, tiene en la institución educativa secundaria, lo mismo que promueve una elección más sana de su hacer –estudiar, trabajar o ambas y en que- después de graduarse, puesto que dirige estas acciones hacia fines enlazados con el propio deseo.

El proyecto de vida comenzado en la niñez tiene la posibilidad de seguir un rumbo establecido o modificarse un poco en la adolescencia, lo cual los padres necesitan realizar un seguimiento para conocer las razones de estas transformaciones o de esta linealidad.

De esta manera, el proyecto de vida del hijo, acompañado por sus padres, permite que el menor tenga la capacidad de hacer un diagnóstico objetivo y efectivo de sí mimo y de su entorno, se proponga y alcance metas de acuerdo a decisiones que toma, cumpla con las expectativas que posee dentro de cada área de su desarrollo –estudio, deporte, relaciones sociales o familiares-, evalúe sus acciones y aprenda a modificarlas en caso que lo requiera.

Empero, un porcentaje alto de figuras parentales no han llevado a cabo con su hijo, este proceso de desarrollo y seguimiento del proyecto de vida, ocasionando que él cuando tenga 18 años, fecha que comienza la adultez joven y tiempo en que la mayor parte de los sujetos se han graduado de educación secundaria, se encuentre perdido en cuanto motivaciones, aspiraciones, visualizaciones de su futuro…

La ausencia o el poco conocimiento que el adulto joven tenga sobre sí mismo, junto a un nulo nivel de saber sobre sus deseos y/o propósitos de existencia, o por lo menos tener la motivación para investigarlo, se encuentran muy relacionadas con las pocas herramientas introspectivas que haya desarrollado en sus etapas anteriores, y a la no enseñanza o el insuficiente rastro que tanto padre como madre hayan hecho acerca del componente de proyecto de vida de su hijo.

Esta situación produce que el adulto joven se sienta con una gran cantidad de emociones negativas que no tiene capacidad para procesar sanamente, lo cual puede ahondar trastornos de personalidad –trastorno obsesivo compulsivo, trastorno depresivo, trastorno somatoformes..- o puede generar la realización de conductas disfuncionales para deshacerse de ese malestar –adicciones, decisiones desacertadas a nivel personal, académico o laboral, poco cuidado en el uso de métodos anticonceptivos, autolesiones..-.

La falta de proyecto de vida produce en cualquier sujeto, un vacío interno que ocasiona insatisfacción consigo mismo, y por ende, vínculos afectivos disfuncionales con su medio ambiente. Estas consecuencias se recrudecen en los adultos jóvenes puesto que ellos se sienten indefensos, al no tener este proyecto o realizarlo con insípida intensidad, ante las exigencias que la cultura hace a los individuos entre los 18 y 25 años.

En los casos en que el adulto joven se encuentre perdido acerca de su sentido de vida, él debe iniciar un proceso terapéutico que permita, mediante el enlace con el profesional, darle funcionalidad a los vínculos afectivos pasados con sus figuras parentales, para así tener la capacidad emocional en la invención y seguimiento del propio proyecto de vida en los tópicos personales, laborales, relacionales…

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