Cada vez existe mayor facilidad para encontrar individuos que se relacionan con el otro solamente a partir de su genitalidad, lo mismo que existen sujetos que deciden convertirse en pareja, después de haber recorrido un largo trecho solo con su exploración corporal.
En estos casos, las dos personas solo reconocen al otro por las partes de su cuerpo –esquema corporal- y solo existe una comunicación entre los dos asociada a los componentes físicos puesto que satisfacen la necesidad individual. Comunicación que se puede definir como egocéntrica y no ligada a descubrir en su mismisidad al sujeto con quien se encuentra frente a frente.
Un lazo encaminado únicamente a lo sexual no sacia el deseo puesto que este se encuentra más allá de la satisfacción de la necesidad, deseo que necesariamente se encuentra articulado con la palabra, a la conexión entre la corporalidad y la emocionalidad. En este punto, existe la imposibilidad para construir una imagen inconsciente del cuerpo en pareja.
Los sujetos que prefieren este tipo de vínculos con el otro, encaminado exclusivamente en ser consciente de su propia corporalidad, se podría inferir que han sido producto de una construcción disfuncional tanto de su esquema corporal como de la imagen inconsciente de su cuerpo.
En efecto, la motivación por encontrar personas con las cuales pueda compartir esporádicamente unos orgasmos, en caso que ocurran, puede ser algo que requiera el individuo para contemplarse en su corporalidad puesto que no la siente, a raíz de sus vacíos en la representación de sus parte anatómicas.
Vacíos que se han originado por una relación insana con sus figuras parentales en la cual no ha existido una adecuada interacción del niño con un ellos. La interacción positiva permitiría, antes de la integración entre lo corporal y emocional, interiorizar el conocimiento de la totalidad de su cuerpo en la medida que los adultos ejecuten vivencias con su hijo o den su beneplácito para que el pequeño las ejecute con otras personas diferentes a ellos, logrando conocer aquello que lo forma fisiológicamente –órganos de los sentidos, huesos, músculos…-.
Figuras parentales que no fueron suficientes en el reconocimiento que hicieron de su hijo acerca de su corporalidad, por lo cual el pequeño crecido en estos ambientes necesita de un otro, quien otorgue un lugar importante a su cuerpo a través de su sexualidad.
En la medida en que los adultos, durante su proceso formativo, no enfatizaron la presencia del esquema corporal en su hijo, tampoco podrán hacerlo, de una manera efectiva, acerca de su funcionalidad, o sea del vínculo entre lo orgánico con lo emocional. La imagen inconsciente del cuerpo estará imposibilitada para su creación o tendrá bastantes falencias.
El sujeto crecido en este tipo de ambientes, no se encuentra interesado en construir un vínculo emocional saludable con el otro puesto que no lo ha tenido consigo mismo, producto que no lo adquirió con sus primeros objetos de amor –padres-, y por ende, no se encuentra dentro del repertorio de conductas
Las consecuencias de este fenómeno podrían ser que el individuo no le interesa explorar a un tercero en su mismisidad, solo necesita conseguir la satisfacción corporal que el otro le produce y que le permite sentir su propio cuerpo, sin obligarlo a reconocer a esa persona con quien comparte un rato sexualmente.
Reconocimiento que implementa al establecer un dialogo con este sujeto, comunicación enmarcada en compartir subjetividades y sumergirse en un vínculo afectivo con posibilidades para el desarrollo de un “nosotros”, en el cual pueda existir un lugar para una funcionalidad común en cuanto a emociones, acuerdos para la toma de decisiones y resolución de problemas, espacios para divertirse, ejecutar tareas juntos…
El hecho que un sujeto sienta la necesidad de utilizar a otra persona únicamente para conseguir su satisfacción sexual, además que puede significar una representación patológica tanto de su esquema corporal como de la imagen inconsciente de su propio cuerpo, también puede expresar una incapacidad para construir una imagen inconsciente del cuerpo con el otro, puesto que concibe a ese otro como un objeto, y no sujeto, sin capacidad para aportarle algo positivo desde el punto de vista humano.