Sentimiento de libertad del adulto joven.

El adulto entre 18 y 25 años se ha independizado subjetivamente de sus figuras parentales, lo cual quiere decir que a pesar que los mayores lo siguen sosteniendo económicamente, este individuo se siente con los deseos y las competencias necesarias para organizar su vida y tomar sus propias decisiones.

Para conservar su sentimiento de libertad sin que este se pueda frenar, ellos intentan evitar cierto tipo de afiliaciones profundas, incluida las relaciones de pareja y el compromiso que estas implican. Vínculos afectivos que en caso de darse, lo sumergirían en la misma dependencia emocional de la cual recién acaban de salir con sus figuras parentales.

De esta forma, el adulto joven, en un porcentaje alto de casos, no acepta la posibilidad de enamorarse o de desarrollar un lazo exclusivo con alguien. Este sujeto opta por interactuar afectivamente con sus pares guardando cierto distanciamiento emocional con ellos, lo mismo que puede elegir implementar  encuentros sexuales, que aunque sean numerosos con la misma persona, solo se quedan en este punto físico.

Durante dichos encuentros, las dos personas se cosifican por lo cual, desde su interior, no se encuentran obligadas a establecer algún tipo de vinculación afectiva que disminuya su libertad. Después de este encuentro, no existen culpabilidades o deseos de volverse a encontrar, o en caso que los haya, estos encuentros estarán determinados por la sexualidad como se dijo anteriormente.

Darle tanta importancia a lo sexual despreciando lo afectivo, es una forma en que el adulto joven utiliza para no pensar en su emocionalidad individual, y es una táctica para no pensar en la consecuencia para su libertad si estuviera compartiendo una ligazón afectiva.

Esta es una manera de comportarse que ocurre de manera muy repetitiva en las personas de estas edades, pero que tiene mayor intensidad en las personas que tienen una connotación negativa de la pareja, como producto de la historia de sus propios padres.

Adultos jóvenes que sus padres se han separado con innumerables conflictos, y que además de ello, conservan un ambiente caracterizado por la alta disfuncionalidad que no ha cesado con el transcurrir de los años, antes por el contrario,  ha aumentado.

Con este pasado familiar, el adulto joven ha interiorizado que los vínculos afectivos de pareja, y este tipo de amor específicamente, son algo con significaciones malsanas, puesto que se asocia con el abandono, la tristeza, el duelo no tramitado y otros efectos que se convierten en traumáticos tanto para la víctima como para sus descendientes.

Aunque algunos adultos jóvenes logran disipar este miedo al compromiso que da un vínculo de pareja, otros sujetos se quedan con estas emociones negativas por lo que tendrán que desarrollar un proceso terapéutico que disminuya la intensidad emocional a esas representaciones disfuncionales.

Ejecutando ese objetivo, el profesional direcciona al adulto joven en el conocimiento de su mismisidad para que tenga la capacidad de crear sellos particulares. Dichas marcas o sellos son maneras propias de re-significar sus vivencias históricas, permitiendo darle una caracterización diferente tanto al vínculo de pareja como al amor, respecto de la comparación con sus figuras parentales.

Así, el adulto joven puede concluir que un vínculo funcional de pareja requiere unos acuerdos en conjunto que no asesinen la individualidad mediante la disminución de la libertad hasta un punto intolerable, sino que por el contrario, promuevan el crecimiento propio y del conjunto.

Oto de los análisis llevados a cabo en este proceso, es que la libertad total no existe puesto que el ser humano esta determinado por su interacción con el otro. De este modo, para conseguir objetivos de diversa índole, él tiene que  integrarse y actuar con los demás interdependientemente, mediante asociaciones diversas, una de ellas es la relación afectiva de exclusividad –pareja-.

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