Sujetos de mediana edad con cáncer.

El cáncer es una enfermedad en que las células anómalas se dividen sin control, destruyendo los tejidos corporales. El cáncer es causado por cambios en el ADN de una persona en su propia vida –Algunas investigaciones afirman que un pequeño porcentaje de canceres se heredan de generación en generación-, debido a exposiciones a determinados agentes -humo del tabaco, rayos ultravioleta..-.

El promedio de edad en que se recibe un diagnóstico de cáncer es a los 66 años. Esto contribuye que si el adulto de mediana edad -40 a 60 años- recibe este tipo de noticia, sienta que esto no le debería pasar a él/ella y también sienta mayor cantidad e intensidad de emociones displacenteras –tristeza, miedo, rabia…- que si las recibiera un adulto mayor.

Así, los sentimientos comunes a las personas que tienen cáncer, como el miedo y ansiedad y en sus niveles extremos trastornos de ansiedad –miedo exacerbado hacia el futuro- y trastornos de angustia –miedo exacerbado a las situaciones presentes-, pueden ampliarse en la mediana edad, especialmente en aquellos sujetos que no han podido enfrentar funcionalmente las crisis que se producen en este periodo de vida, y por ende, no han podido crear su marca particular.

Dichos sujetos, además de significarse finitos, posiblemente mucho antes de lo que habían planeado, también pueden tener rabia consigo mismo puesto que sienten que no han iniciado, desarrollado o que podrían morir sin terminar procesos, para los cuales se creen enteramente esenciales –formación de sus hijos, felicidad de la pareja, futuro económico de la familia…-.

La agresividad consigo mismo se puede quedar en ese punto, pero la mayor parte de las ocasiones se desplaza hacia alguien externo, de tal forma que este adulto, en caso de ser religioso, puede tener conflictos con esta sus creencias y su fe, lo mismo que también puede manifestar comportamientos y verbalizaciones violentas con otras personas, especialmente los cuidadores en caso que los necesite.

El individuo de mediana edad que recién ha adquirido el conocimiento que tiene esta patología –cáncer- o aquel que posee este saber desde hace mucho tiempo, necesita desarrollar un proceso terapéutico, el cual permita que un otro profesional en la salud mental, direccione su camino para equilibrarse y estructurarse emocionalmente ante una situación que para la mayor parte de personas se convierte en traumática.

En caso que no logre estos dos objetivos, el proceso terapéutico tendrá como propósito conseguir que el desequilibrio sea el menor posible, algo que se logra cuando el discurso del paciente y la posterior retroalimentación e interpretación del terapeuta acerca de esa plática, incentivan la disminución de la carga negativa de las representaciones –pensamientos, comportamientos o emociones y sentimientos- que el individuo de mediana edad se encuentra narrando.

En el momento en que se reduce esta carga, el adulto puede asociarla con sus crisis actuales producto de su edad y con su historia pasada, especialmente la de su primera infancia. Vivencias que han estado escondidas y que solo se puede conocer a través de un vínculo emocional con el terapeuta.

Propiciando tanto el saber de sus emociones como de las características originales de su mismisidad –formas en que se construyeron sus rasgos de personalidad, recuerdos afectivos más significativos, traumas infantiles..-, el sujeto con cáncer en la mediana edad tiene capacidad para re-significar su pasado y su presente, dándole otra connotación a su ser.

Al hacerlo, él organismo de esta persona se encuentra en el camino de conseguir una integralidad entre lo emocional y lo corporal, estimulando una mejor respuesta a los tratamientos farmacológicos recomendados por el médico especialista –quimioterapia, radioterapia..-.

Mejor respuesta que aumenta su intensidad en la medida que el proceso psicológico involucre a la familia cercana del paciente, quien se encuentra desorientada en la forma en que se debe acercar a su pariente, además que también tiene muchas emociones negativas que necesitan ser manifestadas en un espacio particular de escucha terapéutica, las cuales han sido reprimidas por el supuesto bien del familiar con cáncer.

En el momento en que la familia cercana del paciente puede contar con algunas sesiones, ellos pueden restar intensidad a sus emociones negativas por el cáncer de la persona amada, para de esta forma poder afrontar conjuntamente esta clase de sentimientos con la persona afectada.

De esta forma, la persona con cáncer se siente apoyado por los demás, sin pensar que ellos se están reprimiendo de expresar cosas, sin pensar que sus familiares sienten lastima por él o sin pensar que se ha convertido en un estorbo para aquellas personas que lo aman.

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