Trastorno de identidad disociativa.

El trastorno de identidad disociativa, según el manual de psicopatología, ocurre cuando una persona tienen dos o más identidades –cada una con un patrón propio y relativamente persistente de percepción, interacción y concepción del entorno y de sí mismo- que coexisten de manera simultánea dentro de un cuerpo y una mente.

En algunos casos, las identidades son completas, cada una con su propia conducta, tono de voz y gestos faciales. En otras ocasiones, solo son distintas algunas características pero conservando las identidades completamente diferentes. A pesar de estas especificidades, el individuo tiene incapacidad para recordar información personal importante, la cual es demasiado amplia para ser explicada por el olvido ordinario.

El trastorno de personalidad disociativa, también conocida como TID, no se produce  por la aparición de factores fisiológicos directos de una sustancia – comportamiento automático o caótico por intoxicación alcohólica- y tampoco es resultado de una enfermedad médica.

Un rasgo peculiar de las personas que poseen las personas con trastorno de personalidad disociativa, es que tienen una identidad denominada “huésped” encargada de tener conocimiento de los diversos fragmentos de personalidad, personalidad que en la mayor parte de las ocasiones no es la original. Sin embargo el “huésped” no es muy fuerte, por lo cual es rebasado por las otras identidades.

El cambio de una personalidad a otra se llama transición y es un fenómeno que se da de manera instantánea. En dichas transiciones pueden ocurrir transformaciones físicas –algunos estudios hablan de expresiones posturales y faciales, patrones de fruncionamiento facial e incluso incapacidades físicas.

Un gran porcentaje de los individuos con trastorno de identidad disociativa tiene otro tipo de patologías asociadas con el abuso de sustancias, depresión, trastorno de somatización, trastorno de personalidad múltiple, ataques de pánico y trastorno alimentario.

El trastorno de identidad disociativa se diferencia de los trastornos psicóticos puesto que en los primeros las voces provienen de dentro de sí a diferencia de los segundos. Los sujetos con TID son conscientes que las voces son alucinaciones, por lo cual no las comentan y tratan de suprimirlas.

Los individuos con este trastorno tienen como punto en común, el hecho que informan haber experimentado, durante la infancia, situaciones de un abuso de muy alto nivel de intensidad, mucha frecuencia, tanto así que no son capaces de hablar de eso, y cuando lo hacen, es a través de sus identidades alternas.

El abuso insoportable provocó que el infante, que no tuvo oportunidades de huir físicamente de ese contexto, ejecute esta huida creando una personalidad o identidad nueva, de manera que cuando no puede asimilar emocionalmente una realidad traumatizante, lo haga desarrollando tantas personalidades como sea necesario.

Además de la invención de identidades para escapar del efecto significativamente negativo del abuso grave, el TID también se asocia con la falta de apoyo social durante o después de la experiencia traumática –abuso-. Debido a esto se puede concluir la existencia de un medio familiar caótico.

El TID tienen bastantes similitudes con el trastorno de éstres postraumático porque ambos se caracterizan por fuertes reacciones emocionales a la experiencia de un trauma grave. Del mismo modo, los dos se presentan en sujetos que presentan vuelnerabilidad biológica y psicológica a la ansiedad.

El tratamiento terapeutico para los individuos con TID tiene como objetivo fundamental identificar las claves o activadores que provocan los recuerdos y/o la disociación, para neutralizarlos. De esta manera, el profesional busca confrontrar y liberar el trauma que se adquiere en épocas muy tempranas de desarrollo y obtener el control de los sucesos espantosos, al menos cuando estos tienen una recurrencia en la mente del paciente.

Generalmente, las experiencias traumáticas vinculadas al abuso recurrente, y en particular cuando este ha sido incestuoso, comenzaron a presentarse antes que el sujeto adquiriera el lenguaje. Dichas memorias emocionales altamente traumáticas no han tenido una representación lingüística, por lo cual no se conocen pero tienen la capacidad de determinar la personalidad, en este caso provocando identidades disociadas o divididas.

En el tratamiento terapeutico, el profesional de la salud mental estimulara las asociaciones para que estos sucesos infantiles reprimidos, cobren vida a través del discurso, pudiendo descargar su alta carga negativa, con el propósito que las distintas identidades se integren paulatinamente.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *