La transformación de la envidia del bebé de brazos hacia la madre hasta concebirla como buena.

Cuando el recién nacido hace su aparición en este mundo, lo hace con  sufrimiento, puesto que al cortarle el cordón umbilical e introducirlo en un mundo aéreo y no acuático, quitan su tranquilidad, y el bebé se comienza a significar como alguien distinto a su madre.

En este instante, el bebé se siente por primera vez en falta, desarrollando emociones displacenteras asociadas a su deseo por volver a estar dentro de su madre, y connotaciones acerca que el cuerpo de su madre, y por ende su integralidad, equivale a un estado de éxtasis y de total serenidad.

Desde este momento, el bebé empieza a envidiar a la madre por ser supuestamente una persona completa –sin faltas y/o sin carencias-, lo cual se intensifica puesto que su cuerpo contiene el pecho, aquella parte que le proporciona alimento y permite tener un vínculo muy cercano entre la madre y su hijo.

Vinculo que sirve para acercarse un poco a como se sintió en el estado fusional del embarazo, por lo cual la lactancia materna, además de su funcionalidad de proveer las sustancias nutritivas que necesita el pequeño, también es útil en cuanto al tópico de desarrollo de afectos.

Cuando el hijo/a se acerca al pecho de su madre e interactúa con este, al igual que siente que ella satisface su hambre y su necesidad afectiva, el bebé empieza a transformar esta envidia por emociones positivas, concibiendo a la figura materna como una persona buena.

Para originar esta transformación de la envidia, la madre ha de desear tener con su hijo un contacto afectivo profundo a través de la alimentación por el seno, lo mismo que no angustiarse por la presentación de algunas situaciones negativas como que su bebé rechace el seno o la no salida de leche durante las primeras ocasiones.

En caso que exista cierto tipo de disfuncionalidad en la alimentación, esta situación puede sumarse a la envidia que el bebé tiene hacia su madre, generando que la figura materna no se le otorgue una categoría positiva, sino que la envidia se acreciente y se convierta en impulsos destructivos.

Los impulsos destructivos se pueden observar cuando el bebé no queda satisfecho y pretende vaciar el cuerpo de su madre, a pesar que ella produzca la cantidad adecuada de leche. Estos impulsos también se pueden visualizar cuando los niños están comenzado a desarrollar su dentadura, y muerden el pezón de su madre, queriendo hacerle daño.

La madre debe ser consciente que su hijo al nacer siente emociones de incomodidad por entrar a un nuevo ambiente. Este bebé culpa a la madre inconscientemente por sacarlo de su sitio ideal, la unión fusional con ella, razón que incentiva su envidia.

Emoción nociva que solo se podrá modificar, en la medida que la madre sea equilibrada y estructurada emocionalmente tanto como para dar un manejo adecuado a las diversas respuestas que pueda tener el niño, desde el punto de vista positivo o negativo, como para ofrecer equilibrio y estructuración emocional para superar sus conflictos asociados con la maternidad.

Cuando la figura materna proporciona comportamientos de continencia emocional hacia su hijo pequeño, permitiendo que él tenga placer en los momentos de lactancia, y sabe controlar algunos estados desequilibrados, su hijo la visualizara con una intensidad lo suficientemente buena, algo que pueda neutralizar la magnitud de la envidia, y ser superior a esta.

De esta manera, se puede concluir que la bondad y la maldad son cualidades estructurales del ser humano, debido a su característica social. La intensidad mayor de la una sobre la otra, depende de las características emocionales que la madre tenga para interactuar de manera sana con su hijo.

3 comentarios de “La transformación de la envidia del bebé de brazos hacia la madre hasta concebirla como buena.”

    1. Completamente de acuerdo Anabel. La bondad es producto de lo positivo que la madre haya dado a su hijo y de la manera como el pequeño haya sentido este dar de la madre

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