
La maternidad/paternidad tardía es una vivencia que ocurre en los adultos de mediana edad, o sea por encima de los cuarenta años. Edad en que se supone, los individuos no tienen las destrezas físicas y tampoco las condiciones psicológicas para criar un niño recién nacido, y menos aún, la fuerza de personalidad para controlar a un adolescente en la adultez mayor.
Sin embargo, este proceso de tenencia del hijo, se puede dar bajo dos ambientes distintos. La primera situación es cuando el hijo es producto de un embarazo sorpresivo debido al descuido en el uso de métodos anticonceptivos por parte del adulto o los adultos de mediana edad. Este descuido puede suceder con la pareja actual o con alguien casual.
Dichos padres pueden tener un rechazo hacia su bebé en los primeros meses de embarazo. Rechazo que ocasiona culpa, la cual se remedia teniendo una relación fusional con su pequeño durante toda la vida, no dando oportunidad para la adecuación del infante en un orden social y del lenguaje.
Esta relación fusional implica que el hijo podrá realizar la totalidad de sus deseos sin ninguna objeción o prohibición. Igualmente, esto implica que la contención de afectos será muy poco o nula, y que los padres no formarán competencias en su hijo, entre otras cosas.
En cuanto a los hijos ocasionados por las relaciones casuales, ellos son concebidos por una sexualidad sin protección del hombre con mujeres veinte o treinta años menores que él, cuyo objetivo es demostrar su “hombría” mediante el logro de un embarazo.
Un niño engendrado con esta realidad, tendrá bastantes posibilidades de crecer en un ambiente disfuncional en el cual no existe trabajo en equipo entre los padres, y mucho menos contención de afectos, enseñanzas de competencias blandas, adecuación a un orden social…
La segunda situación en que puede darse un embarazo en el adulto de mediana edad es debido que la pareja de padres se interesara que pasara ese acontecimiento en estos años, sea porque decidieron posponerlo o porque tuvieron inconvenientes de infertilidad que apenas se pudieron solucionar en su década de los cuarenta –Aquí se cuenta también los hijos que se tienen bajo la modalidad de adopción-.
A diferencia del embarazo sorpresivo, estos padres adultos de mediana edad, con el proceso de embarazo o el proceso de adopción, han estado motivados durante mucho tiempo para lograr esta situación de maternidad/paternidad, algo que ha permitido cierto tipo de preparación y apertura emocional.
Dicha apertura emocional necesita ligarse con el derribamiento de un paradigma. Paradigma que fue escrito en el primer párrafo de este ensayo – En la década de los cuarenta, los individuos no tienen las destrezas físicas y tampoco las condiciones psicológicas para criar un niño recién nacido, y menos aún, la fuerza de personalidad para controlar a un adolescente en la adultez mayor-.
Para deconstruir este paradigma de una forma sana, los padres requieren adquirir informaciones actualizadas sobre las explicaciones de los comportamientos que tendrá su hijos en sus etapas de desarrollo, como manejar de forma eficaz las diferentes situaciones conflictivas que se puedan presentar, y como propiciar que el niño, posteriormente el adolescente y el adulto, consigan conceptos y destrezas físicas, cognitivas, adaptativas, afectivas y de lenguaje.
Fuera de conocer las informaciones nombradas anteriormente, es importante que los padres las vivencien en un proceso terapéutico, lo cual podrán hacer permitiendo que tanto su pasado como sus emociones, y por ende, su verdad, se conozca, por medio de su discurso, y así, tener la posibilidad de transformarla, ofreciendo lo mejor de su ser –capacidad de conectarse emocionalmente y el ofrecimiento funcional de una normatividad social- al nuevo integrante de la familia.
Por último, la deconstrucción de este paradigma se debe llevar a cabo con el fortalecimiento de las capacidades físicas –habilidades, resistencia, motivaciones…-, algo que permita compartir momentos de calidad con su hijo en actividades que lo motiven.